La playa

Pude divisar a Sadik, el cual se esforzaba por liberarse de las ataduras. Una sonrisa de pura felicidad y entusiasmo surgió en mi rostro.
Moví mi cola con inquietud y sin poder contenerme más, salí al galope, reunida y con la cola en alto.
Decidida a cada tranco, emocionada y entusiasmada.
Por un momento, el camino que había recorrido para llegar a él me pareció eterno.
Bufé entusiasmada y le dediqué una amplia sonrisa. Le miré a sus hermosos ojos y sentí que ya nada me faltaba, que nada mas me hacía falta. Fruncí el ceño ante su tono al hablar - Sí, adelante... dime - Dije curiosamente, intrigada y feliz.

Sonreí una vez más antes de volver a hablar. -Llevo un tiempo queriéndote decir ésto pero ahora que me han alejado de ti unos momentos, siento la necesidad de serte sincero y contártelo.- Hice una leve pausa para pensar la palabras siguientes y coger un poco de aire para poder continuar. -Desde que te conocí has sido mi mejor amiga, muy especial para mí, pero desde hace un tiempo eso ha aumentado. Siento que no puedo vivir sin ti; tú me lo das todo con sólo respirar (TOMA!VICIADA TOTAL XD). Ahora siento que ya no es la tierra la que me sostiene...lo eres tú(a eso se le llama imprimarse, según crepúsculo xD). Te quiero, Dajah. No me imagino una vida sin ti...no puedo...-Dije, totalmente entregado en cada palabra. Erguí mis orejas, esperando impaciente su respuesta.

Tragué saliva ruidosamente mientras esperaba que Sadik continuara. Le dediqué una mirada cargada de curiosidad y bondad, al igual que graciosa.
Ladeé levemente la cabeza a causa de la curiosidad y erguí mis orejas para poder escucharlo con la mayor claridad posible.
Bufé, claramente impresionada pero fascinada ante las palabras de Sadik. Una media sonrisa se dibujo en mi rostro. Ciertamente me encantaba que aquellas palabras salieran de sus labios.
- Eh... - Traté de que los pensamientos que aparecían en mi mente se dispersaran un poco para poder responder con claridad y sentido - Lo cierto es que a mi también me ocurre lo mismo, Sadik - Me dí cuenta de que ya estaba hablando casi en un suave susurro - Lo cierto es que yo no tengo palabras para expresar lo que siento... Podría decir que tu eres mi vida. Que no soportaría un instante sin estar junto a ti, sin verte sonreír, o bufar, poder sentir tu olor...- Suspiré - No... no me imagino soportando un minuto más siendo solamente tu amiga - Fruncí el ceño y una sonrisa torcida apareció en mi rostro - Te necesito a mi lado... - Suspiré aliviada al por fin poder expresarle todo lo que sentía. (VICIADA TOTAL!!xddd XD)
Me acerqué cariñosa hasta él y le dí un pequeño empujoncito con el morro.

Bufé y bajé levemente mi cabeza al ver su reacción. Pronto mi cuello y mis orejas volvieron a erguirse de nuevo al oír su respuesta. -De..¿De verdad?-pregunté, aún sin creérmelo. Su respuesta me hacía enormemente feliz, apenas podía describir con palabras lo que sentía en aquel momento. Incluso, si hubiera podido, me hubiera sonrijado. -Yo también. Te necesito tanto o más que respirar.-añadí con una sonrisa. Sentía que mi corazón se me salía del pecho. Mi mente no respondía. No me salían las palabras. Le di un suave toque con mi morro en su cuello, en señal de cariño. En ese momento llegó el mozo que había dejado atrás hacía minutos. -Humanos..Siempre lo estropean todo...-Dije bromista, a pesar de que estaba algo molesto. Hice una mueca y clavé de nuevo mi mirada en la de Dajah, sin moverme del lugar en el que estaba. Sin obedecer a aquél mozo, sin escucharle.

Sonreí de una manera pícara e inocente - ¿Acaso crees que lo digo por decir? - Le pregunté con un tono cariñoso y curioso - Nunca lo diría si no fuera verdad - Sonreí ansiosa. El corazón me latía desaforado, incluso daba la impresión de en que cualquier instante se saldría de mi pecho.
Agaché la cabeza ruborizada con una sonrisa tímida en el rostro. - Tu eres, sin duda alguna, lo que me a hecho mas feliz en mi vida. Ahora eres parte de mi vida, y siento que ya no te puedo sacar de ella - Esbocé una sonrisa - Ese sentimiento me alegra -
Le dediqué una mirada cariñosa llena de afecto y respeto.
Le envié una mirada cargada de rabia al mozo - Cierto... - Murmuré ante la broma de Sadik
Me acerqué a Sadik, como si el humano no estuviera allí y le mordisqueé juguetona el pelo.

Su simple voz seguía causando estragos aún en mi interior. Su voz, su aroma, sus movimientos, cualquier cosa, por más minúscula que fuese. En cuanto se movió hacia mí casi retrocedo de forma automática, quizás porque todavía seguía causándome cierta vergüenza las reacciones de mi cuerpo y mente ante sus acercamientos. Pero no, me mantuve estática en mi lugar, mientras los latidos de mi corazón iban en aumento. -Edward- susurré, despacio, casi pidiéndole que tuviese cuidado con lo que hacía. Su tacto era frío, pero ya me había acostumbrado a aquél detalle, por lo que no resultaba para nada incómodo ni desagradable. Al contrario, el sentir como su mano recorría mi mejilla era demasiado satisfactorio e increíble. Alguien como él, con alguien como yo. Su olor me aturdía, aquella fragancia que no lograba descifrar, aquella combinación tan embriagadora. Cerré los ojos, aspirando profundamente, esperando que se acercase lo suficiente como para besarlo. Pero no lo hizo. Se fue, de la nada, todo se fue. Su delicioso aroma, la sensación de sentirlo tan cerca, nada. Fruncí el ceño, pero acabé lanzando una risotada, saliendo detrás de él. -Eres malvado- me quejé, persiguiéndolo aún.

Dejé que se acercara lo suficiente a mi - ¿Enserio piensas eso de mi? - Pregunté con un tono inocente y acusatorio mientras fruncía levemente el ceño y la cogía suavemente de la mano.
Las comisuras de mis labios se elevaron formando una pequeña sonrisa pícara - ¿Acaso te molesta que cumpla el cometido de mi existencia? - Me quejé - ¿Acaso te molesta que me acerque a ti con dulzura y haga lo que necesito hacer para demostrarte que te amo? - Pregunté con un tono misterioso.
Me acerqué a ella mientras jugueteaba con su pelo, como haría si fuera un niño pequeño. Acaricié su mejilla con mi mano fría. Un escalofrío amargo pero dulce a la vez recorrió mi espalda al tacto cálido de su piel.
Le dediqué una mirada compleja y me incliné para darle un dulce beso en la mejilla.

Reí y bufé, empujando con el morro al humano, apartándolo, estorbaba allí, no se requería su presencia, hice una mueca, molesto y regresé mi mirada hacia Dajah, que me mordisqueaba las crines. Repetí su acción, siendo yo el que le mordisqueaba sus sedosas crines a ella ahora. Moví mi cola juguetón, sintiendo otra vez la mano del humano en mi cuello. Le miré de reojo al humano, serio, estaba comenzando a enfadarme. No lo aguantaba más. De repente, le lancé un bocado en señal de aviso, la próxima vez mis dientes quedarían grabados en su piel. -¿Vamos a la playa? Creo que alguien saldrá malparado si no nos alejamos pronto...-dije, mirando al mozo, que me observaba con una expresión que explicaba absolutamente lo asombrado que estaba. Me di media vuelta y caminé junto a Dajah hacia la playa.

Escuché sus palabras, frunciendo el ceño. Al escucharlo hablar de aquella manera las ganas de saltar a abrazarlo eran demasiadas, sin embargo trataba de reprimirlas. No dudaba que en cualquier momento mi fuerza de voluntad iba a ceder y que Edward se iba a llevar una gran sorpresa. -No. Me molesta que siempre intentes ponerme nerviosa, me molesta que lo logres. Me molesta que seas tan extremadamente irresistible, Edward- admití, restándole importancia al hecho. Me acerqué a él, pasando mis brazos por su espalda y acariciándola, observando sus ojos que brillaban con una intensidad increíble. En cuanto se acercó a mí y depositó un beso en mi mejilla, no pude evitarlo. Esperé a que se alejara un poco y coloqué mis manos en sus mejillas, acercándolo un poco a mí y besando sus labios.

Observé cada detalle de lo que hacía Sadik para que el humano no molestara en aquél instante tan bonito.
Bufé y asentí con una sonrisa pícara mientras movía mi cola.
- Sí... será mejor que vayamos - Sonreí - Aún que no soporte a los humanos... no es que me guste verlos hecho picadillo - Bromeé con una sonrisa inocente.
Le dí un suave toqué en con el morro en su arqueado cuello, indicándole que no merecía la pena derrochar tiempo apartando al humano.
Con mi cola en alto, los ollares bien abiertos y las orejas erguidas comencé a trotar elegantemente junto a Sadik. Relinché con entusiasmo aumentando la velocidad, quizás... con afán de una pequeña carrera.

Suspiré esbozando una sonrisa a la vez. Al escuchar sus palabras no pude evitar poner los ojos en blancos y negar suavemente con la cabeza de una forma graciosa.
- No creo que sea extremadamente irresistible - Me quejé de una forma pícara. Contuve las ganas de decirle todos los elogios posibles que se me ocurrían para ella, pues no acabaría nunca.
Esbocé una sonrisa y dejé que tomara suavemente mi rostro entre sus suaves manos cálidas. Le devolví el beso, claramente... encantado de hacerlo. Retiré suavemente mi rostro a pesar de que no quería hacerlo. La tomé de la mano y apoyé su cabeza en mi pecho.

-Lo eres. Y eres muy consciente de que ésto efectivamente es así- le recriminé, en broma, mientras esbozaba una sonrisa y me abrazaba a él luego de que el beso se acabara. Con él, tenía la necesidad de tenerlo cerca siempre, de saber que estaría siempre para mí. Y sí, era demasiado egoísta de mi parte, pero sentía que no podría dejarlo ir nunca. Me acerqué a él, escondiendo mi cabeza en su pecho y abrazándome con fuerza a su figura, suspirando, cómoda y feliz. -Te amo- le dije, de pronto, sin pensarlo y sin arrepentirme luego de que aquella gran verdad saliera de mis labios sin planearlo antes.

Me carcajeé de una forma divertida. Quizás, a lo mejor, si que era consciente de ello.
La abracé con fuerza, sintiendo la necesidad de protegerla. Suspiré mientras acariciaba su sedoso cabello.
Su calidez hacía que me entraran escalofríos. Contuve una risa por ello. Eran escalofríos dulces y amargos, pero a la vez no molestaban en absoluto.
Encontré su rostro escondido en mi pecho y esbocé una sonrisa. Le toqué suavemente en la barbilla, obligándola a que alzara el rostro y pudiera mirarla a los ojos.
- Yo te amo - Suspiré - Y te amaré por siempre. Por siempre - Recalqué sonriente.
La apreté con fuerza contra mi y le acaricié la mejilla mientras contenía una sonrisa pícara.

cogi el ramal de dahaj y se lo ate al la silla de ruedas a ver si asi no se escapa y cogi el ramal de sadik y nos fuimos a los boxses a dejar a tormenta

Luego de haber llevado el material nuevo a la Hípica, decidí recorrerla un poco más. Ya había visitado todos los picaderos y los prados, pero intuía que la mejor parte aún faltaba, sin lugar a dudas; todo lo que había visto era hermoso, pero faltaba la famosa frutilla de la torta. Me dirigí por unos caminos que se alejaban un poco de la hípica. En un momento, la hierba se iba haciendo cada vez menos densa y una fina capa de arena se entremezclaba con la hierba. Sonreí, sabiendo que finalmente habría encontrado aquél lugar que tanto buscaba. Una playa y tan cerca de la hípica, sin lugar a dudas las cosas no podrían ir mejor. Crucé los brazos sobre mi pecho, pues la brisa marina soplaba con fuerza allí y no traía ningún abrigo que me protegiese de aquél frío propio de la noche. La solas rompían en la orilla y el profundo olor a sal se adueñaba del aire. Me senté cerca de la orilla, flexionando ahora mis rodillas y sonriendo, observando el mar, dejándome embargar por la tranquilidad propia del lugar. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en las rodillas.

Por fin me había decidido a volver a aquél lugar que tantos recuerdos me traía. La hierba que rondaba por el camino a la playa, se iba sumiendo en la fina y dorada arena de ésta.
Al poder divisar la playa, bajo la luz de una luna llena, que brillaba con toda la gracia posible, me frené por unos instantes. Contemplé desde la sombra de los árboles el mar. Reflejos blancos se amontonaban en las aguas, haciendo que pequeños brillos plateados adornando las mismas. Suspiré con aire sereno y tal vez, cargado de pesar.
Hacía ya mucho que no iba a ese lugar. Muchos recuerdos venían a mi cabeza nada mas pisar la dorada arena.
Musité algo por lo bajo. Inhalé profundamente, siendo obsequiado por los matices salados que reinaban en el aire. Suspiré y comencé a caminar un poco hacia la orilla. Sumido en la belleza de esa noche de luna llena, llegué con paso lento hasta la orilla. Contemplé con algo de melancolía el horizonte. Los recuerdos eran como punzadas en el estómago. Por ello desvié bruscamente la mirada hacia otro lugar, con la inocente intención de dejar de sentir ese leve dolor. En ese preciso momento pude observar a lo lejos una silueta negra. Parecía que estaba situada junto a la orilla, al igual que yo. Caminé con considerable curiosidad hasta la silueta.
Apenas podía escuchar mis propios pasos. Tal vez la otra persona que estuviera allí si oyera mi caminar. Pero aunque así fuera, caminé con un paso intermedio hasta ella.

El crujir de la arena bajo los zapatos de alguien parecía ser incesante. Esperé, tratando de adivinar la dirección que iba a tomar, quién quiera que fuese. Los pasos se sentían cada vez más cerca y me pareció notar una fragancia levemente conocida, pero no lograba darme cuenta de quién podía ser. Me voltee, entrecerrando los ojos en un pobre intento de lograr vislumbrarle la cara a aquél desconocido, pero nada. En cuanto avanzó otros pasos la luna logró iluminarle de forma casi imperceptible, pero logré distinguir algunos rasgos a duras penas. -¿Edward?- me aventuré, dejando que mi cuerpo se enderezara poco a poco, deshaciendo el agarre que tenía para con mis piernas en un intento de buscar el calor que faltaba en aquél lugar. Esperé que la persona respondiese, al menos con un no. Lo único que sabía era que era un chico, y que aparentemente se parecía un poco a Edward en cuanto a los rasgos, altura y contextura física.

Para mi sorpresa, llegamos bastante rápido. Pero eso no era lo mejor... no había rastro alguno de los caballos. Solté un largo suspiro, indignada, clavando la mirada en la arena, mientras la brisa helada soplaba suavemente. Esperé a que Kevin llegara, pues el último tramo aceleré tanto el paso que lo había dejado un poco atrás.

Muy bonito. Ningún caballo por los alrededores. Ni siquiera una pobre alma. Bueno, sí, había dos humanos que al parecer charlaban en la orilla, pero nada más. No había nada más, ni nadie más. Solo. Como ir a la playa había sido mi idea, no pude evitar sentirme culpable en cierto modo. Culpable por haberle creado a Nahi falsas esperanzas, falsas porque no eran ciertas ahora que habíamos llegado. Y éso podría haberla lastimado. Y lastimarla no era algo que me agradara, ni mucho menos. Odiaba hacerlo. -Genial- bufé. -No están aquí, no están en los establos. ¿Qué otro lugar donde no se mueran de frío?- mascullé con los dientes apretados y el ceño fruncido, enfadado.

Me giré y caminé hasta quedar ala par de Kevin, aún con la mirada clavada en el suelo.
- Tranquilo... -dije en tono melódico, calmado, sabía que perder los estribos en estas sircunstancias no ayudarían de nada. Le sonreí, aún con la mirada llena de esperanzas, todavía no era momento para rendirse- sólo hay que seguuir buscando, ya los encontraremos -en parte, aquella fuerte desilución al llegar, que había aunmentado mi preocupación, también era mi culpa por estar tan convencida de encontrarlos en esta playa, sabiendo que no era seguro. Pensé unos momentosantes de proponer otro lugar en el cual buscar, pero no estaba segura de nada. Sentía que el clima se volvía algo más fresco. Clavé la mirada en el horixonte, y luego en el chico que se encontraba a mi lado, sin saber que hacer.

Aquello era sencillamente horrible. Los caballos parecían no estar en ninguna parte, lo cual no me preocupaba tanto a mi pero a Nahiara si. Y que para ella resultara angustiantante era suficiente para estresarme a mi también. Claro que con dos personas tensas no íbamos a lograr mucho, asi que intente hacer caso de su consejo. Inhale hondo y concentre mi mirada en el mar, mirando el tranquilizante movimiento de las olas que logro relajarme. Al menos un poco. -Me niego a dar un paso. Estoy frito- me queje casi bromeando aunque fuera mucha la verdad en mis palabras. Estaba extenuado por la larga caminata, pues ciertamente no fue corta.

Reí levemente, algo aliviada podría decirse.
- Estoy de acuerdo contigo... ¿nos tomamos un descanso? -aunque no hacía tanta falta preguntar, eso lo haríamos de todas formas. No era tan tarde, pero podía notar al sol bastante cerca del horizonte, a juzgar por la hora. Y eso también hacía que se sintiera más el frío, pero de alguna manera, era bastante agradable. Intenté no pensar en los caballos unos momentos, aunque fuera muy difícil, como para poder tranquilizarme.

Tomar un descanso. Seguramente seria lo ideal considerando lo desgastadas de nuestras fuerzas. Me sente sobre un trozo de arena seca para que no se me pegara en el pantalón y recogí mis piernas, abrazando mis rodillas con los brazos. Con la mirada perdida en el horizonte me dedique a contemplar la belleza del lugar sin decir nada, pues soy un chico de escasas palabras. Ademas, no habia nada que quedara a tema, por lo que guardé silencio.

Lo seguí con la mirada hasta que se acomodó sobre la arena. Por mi parte me quedé parada mirando, al igual que él, el horizonte, intentando no enloquecer y mantener la calma. Al rato fui a sentarme también, no muy lejos de Kevin, dejando caer mis manos a los lados de mi cuerpo para mantener el peso y el equilibrio, mientras me balanceaba levemente.
- Cuándo estés listo, me avisas -dije en tono bajo, pero cariñoso y amable, mirando al chico unos segundos, antes de que una ventisca me obligó a cubrirme los ojos para evitar que la arena me dejara medio ciega.

-Yo no soy el único que quiere descansar- me quejé en tono de reproche, sonriendo después demostrando que lo anterior había sido una simple broma. Una broma con intenciones de alivianar el ambiente ligeramente tenso que se vivía por la ausencia de los caballos. Ausencia de caballos en la hípica. Nuevamente el juego de palabras vino a mi mente, lo que me hizo fruncir ligeramente el ceño. Otra vez. Oculté mi cabeza entre mis rodillas al sentir la ventisca venir, esperando que pasara rápido. Pero los segundos parecían durar eternidades, el tiempo pasaba lento. Demasiado lento para mi gusto. Las olas no eran ningún indicador del paso del tiempo: simplemente se movían. Sólo se movían. Pero los minutos se tardaron tanto en venir que pensé que el tiempo se había congelado. Una idea que no era tan desagradable, no teniendo a Nahiara ahí. Y aunque aquello era algo egoísta por mi parte, ¿por qué no poder pensarlo?