- Oh, vamos -me quejé, riendo con ganas al comprender lo que Wild quería- tal vez luego... -le pedí ami preciosa yegua. La alejé un poco de su box para cepillarle la crin y la cola nuevamente, y para limpiarle los ojos y los ollares. Miré a la otra yegua torda, Albacora y al nuevo muchacho, suspiré y, con las riendas en mano para que la pura sangre me siguiera, me acerqué a ambos, quedando a un distancia considerable, más cerca de la puerta de los establos.
- Hola, ¿qué tal? -saludé al nuevo, sonriendo como siempre. Mis ojos de color miel se posaron rápidamente a la yegua que lo acompañaba y, nuevamente a él.
- Hola, ¿qué tal? -saludé al nuevo, sonriendo como siempre. Mis ojos de color miel se posaron rápidamente a la yegua que lo acompañaba y, nuevamente a él.