Mientras atendía a Azhara, me quedaba junto a Folher, acariciándolo y hablándole en susurros, asegurando que todo saldría bien, lo mismo con la yegua cuándo el médico atendió al semental. Me asusté cuando ella se tumbó, pero por otro lado era obvio que necesitaba descansar, mientras se mantuviese despierta supuse que no habría problemas. La acaricié y le hablaba de a ratos, asegurándome que no se quedara dormida.
- Todo saldrá bien... lo prometo -aseguré, pasando mi mirada de Azhara a Folher. El hombre le dio una suave anestesia a la yegua para poder cerrar aquellas heridas tan abiertas sobre su cuello y su pata, sin que lograra sentir algún dolor; lo hizo ágilmente, seguro, firme y rápido, pues duraba poco. Lo mismo con el semental. Cuando finalmente el veterinario terminó con su trabajo, inyectó algo a la yegua árabe, me dijo que era una especie de calmante para el dolor y para prevenir las infecciones. Le dio en menor medida al caballo a su lado, y también me pidió que untara una crema especial en ciertas heridas de ambos, y otro ungüento para las patas hinchadas del pobre semental. Dijo que volvería mañana para revisarlos, que les diera balanceado y agua natural, mientras tanto y que cuidara que no se tocaran sus heridas y no estuviesen demasiado tiempo echados, que tratara de hacer caminar de a poco a Folher, para evitar que se entumecieran las patas, pero sólo cuando se deshincharan. Le pedí que me ayudara a llevarlos, con algo de dificultad, a un box más grande, para que pudieran estar juntos. Se fue sin decir nada más, sólo que lo llamara en caso de que algo pasara. No estaba segura si quedarme del todo tranquila.
Los dejé descansar, mirando de a ratos, controlando todo, algo inquieta. Les dejé bastante comida y agua en el box. Tenía el móvil a mano, junto a la yegua tumbada. Antes de que la cosa se pusiera peor, si es que fuera posible, fui a buscar unas mantas y se las puse a ambos, ya que cada vez hacía más frío, habían dejado la puerta de los establos abierta. También me dí una corrida al box de mi yegua árabe, para dejarle una manta también, le conté lo que pasó, le besé y me despedí momentáneamente de Gináh para volver con los heridos. Me quedé siempre a su lado, tenía miedo que algo saliera mal, aunque el veterinario había asegurado que necesitaban algo de descanso. En 4 horas tendría que darles uno antibiótico, las cremas y el ungüento para Folher.