Me quedé algo atónita al ver lo que sucedía, pero alejé a la yegua torda de allí, preocupada por su bienestar.
- Wild, no te metas, podrías salir herida -le pedí con voz de súplica, acariciando su cuello.
Me adentré al box de Wild y Torn para limpiar un poco, y llenarles el comedero y el bebedero. Los saqué para cepillarlos, peinarlos y mimarlos un poco; les regalé unas rodajas de manzanas antes de volver a meterlos en sus boxes. Me quedé con la yegua, mirándola con una leve sonrisita.
- ¿Sabías que eres muy hermosa, verdad? ¿y que te quiero muchísimo?, sino, ahora lo sabes, te quiero mi Wild -comenté, abrazándola unos momentos. Afuera vi a un chico nuevo, me dispuse a saludarlo pero me detuve al verlo con la yegua blanca, pues no quería interrumpir. Sonreí y me quedé allí.