Algo de movimiento en los boxes me despertó. Estaba algo grogui, por lo que me quedé tumbado unos minutos más, con los ojos aún cerrados, algo perezoso por levantarme. Finalmente, me levanté, sacudiéndome con fuerza, para despertarme más rápidamente y para eliminar la suciedad que pudiese haber quedado en mi pelaje, crines y cola tras haber dormido. Me asomé por la puerta de mi box, algo aburrido. Los párpados aún me pesaban. Vi a algunos mozos pasar de un lado a otro, realizando las tareas que les habían sido encomendadas. Me acerqué al box de Dajah, observándola con una cariñosa mirada. No quería despertarla, aunque con algo de suerte, si ella estuviese despierta, lograríamos que nos sacasen a ambos de nuestros boxes a algún lugar de la hípica. -Eh, Dajah, despierta. -la llamé, tratando de decirlo en un tono suave, sin gritar demasiado. Cuando vi que ella despertó, esbocé una sonrisa alegre. -Buenos días. ¿Cómo estás?-dije, dejando que se fuese reincorporando lentamente, sin dejar de mirarla, con algo de ternura en la mirada, apenas perceptible. -¿Te apetece dar un paseo?-inquirí, cuando ella parecía estar algo más despierta. Ladeé ligeramente la cabeza, esperando una respuesta. No me gustaba despertarla de aquella forma, interrumpiéndole su sueño. Aunque no iba a irme solo, dejándola aquí. Miré nuevamente hacia afuera, esperando a que algún mozo pasase y estuviese dispuesto a llevarnos a algún lugar de la hípica.