Lo dejé que guiara, acompañando sus suaves y gráciles movimientos con tranquilidad, feliz de estar al fin montando en serio con él.
- Bueno, ya es tu hora -bromeé- muéstrame lo que tienes, campeón -susurré, acercándome a su oído, mientras acariciaba su cuello. Me acomodé nuevamente sobre la silla, y le pedí la partida al galope en cuanto llegamos a la esquina, dirigiéndolo enseguida al primer obstáculo, una vertical simple y sencilla de un metro de altura.
- Bueno, ya es tu hora -bromeé- muéstrame lo que tienes, campeón -susurré, acercándome a su oído, mientras acariciaba su cuello. Me acomodé nuevamente sobre la silla, y le pedí la partida al galope en cuanto llegamos a la esquina, dirigiéndolo enseguida al primer obstáculo, una vertical simple y sencilla de un metro de altura.