Disminuí el ritmo progresivamente, deteniéndome finalmente para que Katy desmontase, sacudiendo mi cuello y pasando mis crines de un lado a otro, visiblemente más tranquilo. Saboree gustosamente el terrón de azúcar, apoyando por unos segundos mi frente en el pecho de Katy, agradeciéndole realmente todos aquellos cuidados que recibía de su parte. Observé los obstáculos que montaba con atención, ya que todavía en mi interior tenía cierto miedo sobre qué tal lo haría. Había perdido un poco la práctica, pero nada que no se pudiese solucionar con mucho entrenamiento., retomando los entrenamientos. Le agradecí que comenzáramos con algo liviano, sesenta centímetros era perfecto luego de un periodo tan largo sin entrenar. En cuanto ella montó partí al trote directamente, aumentando un poco el ritmo posteriormente, dirigiéndome directamente al corral. Salté la cruzada de forma natural, tan natural como respirar, recogiendo bien mis patas y estirando mi cuello. Al aterrizar retomé inmediatamente el ritmo, ágil y flexible, saltando posteriormente la vertical de ochenta centímetros sin problema. Agradecía que Katy me acompañase de tan buena manera. Al aterrizar de la vertical retomé el galope, feliz.