El día había comenzado temprano. Más de lo habitual, quizás, y más de lo deseado. De por sí ya odiaba despertarme temprano, afortunadamente el hecho de la razón por la cual había tenido que abandonar la cama lo compensaba. Había olvidado ya como eran las instalaciones de la Hípica, lo poco que logré conocer, pues luego de unos pocos días de haber llegado, gracias a un accidente en la motocicleta había tenido que pasar en el hospital y en reposo. Ésa sí que era buena vida, a pesar del dolor y las incomodidades de estar allí. Ingresé a los boxes dando largas zancadas, mientras buscaba en los boxes a mi yegua. Esperaba que los mozos se hubiesen encargado de cuidarla bien, como había pedido. Al divisar el box, me dirigí hacia allí, sonriéndole a la yegua. - Hola, preciosa -estiré mi mano hacia ella, lentamente, acariciándola- siento no haber venido antes -me disculpé- ¿salimos a dar una vuelta? -pregunté, con gesto animado, mientras ingresaba al box y comenzaba a cepillarla- creo que ya olvidé como se ensilla a un caballo -comenté con ironía, negando con la cabeza. Al terminar de cepillarla le coloqué unos protectores y fui a por el equipo. Luego, la ensillé. Le ofrecí algunas golosinas que había traído, agradeciendo que no me las hubiese dejado en casa. Al sacar a Alba de su box, me dirigí a la salida, divisando allí también a una chica. Chica, que además me sonaba conocida de vista. Considerando que había hablado con pocas personas, seguramente sería Anita. Me acerqué a ella, con una sonrisa, situándome detrás. - ¿Ana? -pregunté, esperando que al menos tuviese una noción de quién era- soy Jake... ¿Me recuerdas? Íbamos a salir hace un tiempo pero me tuve que ir... -avisé, mientras esperaba que realmente se acordase de mí. Me reí, levemente, casi para mí mismo, acariciando nuevamente a mi yegua.