Volví a reírme sin poder evitarlo. Era algo que me salía naturalmente cuando estaba nerviosa, y ahora justamente lo estaba. Nerviosa debido a la emoción de la buena nueva, claramente. Acaricié a ambos equinos, usando una mano para cada uno, paseando mi mirada entre ambos, con suma emoción. -A mí también me alegra muchísimo- exclamé, suspirando, dejando que toda la felicidad saliese de mi interior con ese suspiro. Seguí acariciando a los caballos, para luego apoyarme en la puerta del box, haciéndome a un lado. -Bien, ¿qué les parece si salimos?- pregunté, pregunta más que retórica. No me cabían dudas de que Dajah quisiese salir, ya que estaba en aquél box desde que la había conocido. Le quité la brida a Sadik, dejándola en mi mochila, yendo a buscar la cabezada de color rojo que le había comprado en mi última visita a la tienda de equitación. También fui a buscar la otra que había comprado por si acaso y que bien me había servido. Le coloqué la cabezada a Dajah, que era de un color intermedio entre el celeste y el verde, más bien claro. Les coloqué a ambos los ramales, para luego sacar a Dajah de su box y abrazarme a su cuello, dándole luego un beso en su preciosa frente. -Vamos, preciosos. Es hora de que disfruten un buen tiempo juntos- los animé a ambos, dirigiéndome a la salida de los boxes junto a ellos. Me pareció ver a Edward, pero no estaba segura, ya que no había llegado a verle el rostro. Suspiré y seguí caminando, rumbo a el prado.