Clup Hipico
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Para los amantes de los caballos o ponis, que pueden ser desde amazonas o ginetes hasta caballos y ponis


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Con La Manada Salvaje -APARTADO ABIERTO-

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Tormenta
Ghali(lunicc)
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Tormenta

Tormenta

Tormenta:

-De acuerdo, Demonio.-asentí, mirando al semental negro a los ojos. -Sí, Tormenta, ¿Cómo lo supiste?-inquirí, ladeando ligeramente mi cabeza, mostrando algo de curiosidad por conocer por qué sabía mi nombre. -Tu nombre también es lindo.-dije, devolviéndole el halago hacia mi nombre. Reí por lo bajo al oír lo siguiente que dijo. -Eso espero, no quiero estar aquí aburrida y enfadada con vosotros.-dije, soltando un bufido. -Me encanta.-aseguré, esbozando una sonrisa torcida, con una mirada algo pícara. El caballo con el que conversaba no parecía ser el mismo caballo con el que había luchado por no separarme de Maris. Estaba segura de que era una de las muchas máscaras que podría tener; él y todos los salvajes aquellos que nos habían secuestrado. Hice una mueca, algo molesta al recordar lo ocurrido horas antes, pero traté de centrarme en el presente y dejar de lado unos segundos el pasado, para no terminar dejándome llevar por mis impulsos de liarme a coces con todos y cada uno de aquellos sementales.

Ghali(lunicc)

Ghali(lunicc)

Ghali:
Al darme cuenta de los propósitos del líder y captar la mirada de Wild intente apartarme y mire a todos lados buscando a ver si quedaba alguien
Anwar:
No tan rápido preciosa - Dije con una media sonrisa y fuí hacia Ghali - Parece que quedamos nosotros - Le dije esbozando una encantadora sonrisa y la mire - Tendrás que ser mi alumna - Agregué, pero esta ves, con un tono algo más amable - ¿Te gusta correr por terreno agreste? - Dije mirándola de reojo

Ghali:
Baje la cabeza con resignación cuando vi que Anwar me detenía, pero luego vi su sonrisa, y capte un deje de amabilidad en su vos, no sabia si era cierto o actuaba, pero ya no podía hacer nada, y no perdía nada por intentar descubrirlo. Tenia que tratar de ignorar las maldades que nos habían hecho vivir, de otra forma mi estadia aquí seria insoportable. Luego Anwar volvió a hablar - ¿Bromeas? Soy experta en cross - Respondí desafiante- Pues vamos entonces - Dijo él

Cammeron

Cammeron

Cammeron

Asentí con la cabeza, en un gesto de afirmación y en silencio, ante lo que dijo Dark. Escuché levemente que se rió cuando me quede estupefacta ante el paisaje que tenía en frente de mis ojos, por lo que le agarré un mechón de su crin y la tiré, con suavidad –No te rías- Dije algo enfadada, pero luego me reí.
-No soy un perrito faldero- Le aseguré con una voz irónica; -, pero claramente esto es un caso especial, excepcional en el que te voy a seguir- Dije riendo mientras me colocaba a su lado. Pasamos por aquel prado de flores o el prado de mil colores, dirigiéndonos hacia la cascada de agua cristalina. Dark se adentró en ella por la parte trasera y me reí ante aquello. –No creí que te ibas a preocupar por si te mojabas o no- Dije con una vos burlona, para luego reírme. Dí un salto y me metí adentro del agua; era refrescante y agradable, toda la suciedad de mi cuerpo que estaba pegada, salía con facilidad y sonreí. Luego nadé hacia la cascada, pasando a través de ella sin problema alguno y de un salto estuve en tierra firme de nuevo. Me sacudí y salpiqué un poco a Dark, por lo que me reí e hice una leve reverencia formal.
-Oh discúlpeme, Lord Dark Night- Dije con un tono burlón y formal al mismo tiempo; -. No era mi intención mojarle al sacudirme. Mis disculpas.
Al finalizar aquella oración, me eché a reír. Nunca en mi vida podría ser tan formal como en ese momento, por lo que no pude evitar no reírme. –En fin. Si me dices que no me aleje entonces… No hay problema en que esté pegada a ti ¿verdad?- Pregunté, mientras me ponía justo a su lado, como si estuviera realmente pegada, para no perderme. Observé el túnel y nos adentramos en él, algo tan simple como eso podía hacer que me pierda… Irónico. Doblamos en una curva y logré ver una tenue luz blanca, o más bien plateada, al final de este. Al llegar al final… Me quedé estupefacta ante lo que mis ojos estaban viendo. Antes que nada… Todo, absolutamente todo, estaba bañado por la luz de la luna, blanca y plateada en ciertos lugares. El lugar estaba invadido por las luciérnagas, que había aún más que en el otro lugar, sin dejar de lado a los grillos con sus melodías. Había una pendiente verde por el pasto y , más abajo, el lugar invadido por el pasto verde y las flores de la más extensa gama de colores jamás vista, al menos por mí claro. También se podía divisar un poco más lejos un lago realmente inmenso y sus aguas eran cristalinas y se podía reflejar perfectamente la luna llena en ellas, una perfecta copia en tierra firme.
Observé que Dark comenzó a galopar libremente por la pendiente y escuché atentamente lo que me dijo. Sonreí y comencé a galopar también en la pendiente, poniéndome a su lado. –Soy un candado- Le dije medio en broma, medio en serio. –Si lo quieres de una forma mejor, guardaré el secreto- Le dije sonriendo suavemente. La pendiente fue haciéndose más plana, sin inclinación alguna, por lo que dejé de galopar a gran velocidad y pasé a solo un trote. Luego era una parte de pastos muy altos por lo que relinché y comencé a pastar tranquilamente.

Shawna

Shawna

Farouk:

Notó la reacción poco entusiasta ante aquella inocente y divertida broma que había hecho. Se rió por lo bajo, negando levemente con la cabeza y manteniéndose luego en aquella postura poco expresiva a la que solía aferrarse permanentemente. Aunque sí podía aceptar que últimamente estaba más... ¿amable? Más accesible, al menos. Había logrado contestarle de buenas maneras a la potra, Ginger, y eso ya era todo un logro para él considerando la poca paciencia que tenía en aquellas ocasiones. Esbozó una sonrisa orgullosa ante aquello, observando todo el territorio mientras pensaba que enseñarle primero a la yegua. -Nada es lo que parece- respondió, haciendo una pausa ante sus pensamientos y dedicándole una enigmática y algo misteriosa sonrisa. El semental sabía cómo inculcar al menos un atisbo de interés para con él a lo que los rodeaban, y éste caso no iba a ser la excepción. Estaba seguro de que acabaría logrando que ella tuviese más interés por él, de una u otra forma, de buena o de mala manera. Siempre le gustaba causar algo en los que lo rodeaban, sin importar que tipo de sentimiento fuese. -Así me gusta, Ginger. Respeto ante todo- dijo irónicamente, ya que él poco respeto tenía al manejarse cotidianamente y no creía que pudiese aplicarse a su caso. Avanzó con un trote más ligero adentrándose en la espesura el bosque, esperando que ella pudiese seguirle el ritmo con facilidad más allá de no conocer el terreno. Sí era algo difícil de transitar debido a la cantidad de desniveles y raíces de los propios árboles que estaban en el camino. Luego de que se alejasen un poco de el tumulto de caballos estudió todo el lugar, sonriendo. -Sí, creo que tendrás que acostumbrarte. Yo prometo intentar ser más... Amable- dijo aquella palabra por lo bajo, haciendo acopio de sus últimas fuerzas, de la poca paciencia que le quedaba para con sí mismo, obligándose a sonreír. -Bien, empecemos- avisó, luego de observar todo el terreno. Perfecto para comenzar a enseñarle a identificar las plantas venenosas de las comestibles. Esbozó una sonrisa, comenzando a caminar hacia una zona cubierta por abundante vegetación, donde había una gran variedad de plantas. Reconoció con facilidad cuáles eran venenosas y cuáles no, así que llamó a Ginger para que se acercase. -Venga, ven- le dedicó una sonrisa, acercándose más a las plantas y comenzando a explicarle como reconocer las venenosas de las comestibles, diciéndole de paso qué hacer en caso de que se equivocase al comer alguna de éstas.

Ginger

Ginger

Escuché la respuesta de Farouk y no pude evitar mostrar una gran curiosidad por lo que acababa de decir. Nada es lo que parece, repetí para mis adentros. -Entonces, tú pareces ser un amargado antipático pero eres un caballo simpático y optimista, ¿no? Si nada es lo que parece...-bromeé, riendo después, dando a entender que era una broma. Al menos, poco a poco, se iba mostrando más abierto y amable, y eso ayudaba a la hora de hablar de una forma algo más... Amena. No quería pasarme todo el rato que estuviese aquí discutiendo y amargándome yo sola. No sabía cuánto tiempo íbamos a estar aquí, ni cuándo iban a volver a rescatarnos. ¿Volverían a por nosotras? ¿Volvería a ver a mi padre? ¿Volvería a ver el club? Tenía una débil esperanza de que la respuesta a aquellas preguntas fuese un , aunque por ahora trataría de adaptarme al lugar y aprender todo lo que pudiese de este bosque. Comencé a trotar, siguiendo a Farouk, adentrándonos en la oscuridad del bosque. De vez en cuando, tenía que saltar algunas raíces de los árboles y sortear desniveles y arbustos del camino, pero no me fue muy difícil aguantar el ritmo del semental. -Bueno, por mi parte trataré de ser yo misma; simpática y amable y no te pondré las cosas demasiado difíciles.-dije, esbozando una sonrisa divertida. -Cuando usted ordene, maestro.-dije, irónica, soltando una leve risita. Me quedé estática en mi lugar hasta que Farouk me llamó. Troté hasta donde estaba él. Había una gran cantidad de hierbas y arbustos de todo tipo, de olores diferentes, pero apenas distintas unas de otras, aparentemente. Inhalé aire y me puse seria, escuchando las explicaciones de Farouk. Mostraba una gran curiosidad, asintiendo cuando entendía y preguntando las posibles dudas que pudiese tener. Si no hubiese sido por aquellas explicaciones, probablemente me hubiese envenenado sin saberlo. -Hey, eres buen maestro.-dije cuando él terminó de hablar, dedicándole una sonrisa a modo de agradecimiento.

Seabiscuit*

Seabiscuit*

(Gale):

- Está bien, tienes razón -dije ya resignado. Tenía razón, no tenía forma de negarlo. Era un cobarde por quedarme en aquella manada, pero estaba ya prácticamente seguro de que no tendría otra alternativa. Ahora, gracias a ella, había logrado ver la otra cara de la moneda, aquella opción que no había considerado hasta el momento. Le dediqué una sincera sonrisa, esperando que de verdad se diese cuenta de cuánto me había ayudado con aquellas palabras. Hice una pausa, desviando la mirada, algo tenso por la conversación que habíamos estado llevando a cabo hacía escasos momentos. Agradecía que ella tuviese la habilidad de darse cuenta hasta que punto ir, porque era obvio que la tenía. Suspiré, concentrándome en qué responderle a la pregunta que me había formulado- supongo que puedo decir que sí... Nací en un club, eso sí que era buena vida. Comida cuando quisiera, cariño de parte de los humanos y vivir siempre rodeado de otros como yo. De hecho, estuve con mi madre hasta que cumplí tres años, que fue cuando me vendieron. Por mi parte, no quería saber nada con mi nuevo hogar. No tenía intenciones de pasar mi vida siendo un caballo de tanda, que era lo que ellos pretendían. Seguro incluso eso habría llegado a ser mejor, pero en aquél momento, en el que pretendía y estaba seguro de que me merecía algo mejor, la única idea que pasó por mi mente fue escaparme -suspiré, negando levemente con la cabeza- estupideces propias de un potro -gruñí, enfadado conmigo mismo por aquella decisión tan apresurada que había tomado- así que desde ese momento estuve viviendo en el bosque, recorriendo kilómetros y kilómetros para encontrar agua y comida, además de tener que aprender a librarme completamente solo de los depredadores -recordar aquellos tiempos era difícil, pero a la misma vez me sentía bien al saber que había logrado superar todos aquellos inconvenientes totalmente solo. Me sentía mucho más experimentado que muchos equinos que quizás me podían doblar en edad- ¿tú tienes dueño? Veo que tienes una opinión muy bien formada de los humanos -mascullé, despacio, mientras caminaba a su lado. Imaginaba que debía de tener un muy buen dueño en el club, cosa que no me sorprendía. La seguí, adentrándonos en el bosque, partiendo a un galope cómodo y estable para alejarnos con mayor rapidez- bien, ¿con qué quieres comenzar? -hice silencio, agudizando mi oído y esbozando una divertida sonrisa al reconocer el sonido del agua, de la corriente, a una distancia media. Esperé, a ver si Shaw lograba darse cuenta por sí misma o necesitaba ayuda o que al menos le indicase que era lo que tenía que buscar. En este caso, agua.

Shawna

Shawna

Farouk:

-Oye, en ningún momento dije que eso se refiriese específicamente a mí. ¿De verdad te parezco un caballo tan simpático y optimista? No, no respondas, ya sé la respuesta. Igualmente, no descartes nada. Los caballos también podemos cambiar- se rió por lo bajo; había cierta verdad en sus palabras, pero tampoco quería depositar demasiadas esperanzas en el hecho de poder cambiar a ésta altura de su vida. Difícil, vaya que lo era. Más aún considerando que se encontraba cómodo con su forma de ser, y con la vida que llevaba no necesitaba para nada el ser amable o amistoso para con los demás. Todo lo contrario. Cuanto más frío y distante, mejor. Más allá de eso se permitía a sí mismo en éste caso hacer una excepción y dirigirse a Ginger de una manera más o menos amistosa, lo más amable que le fuese posible. No podía esperar milagros; después de ocho años comportándose de aquella manera, siguiendo siempre el mismo patrón de comportamiento, ahora era difícil cambiar así como así. A pesar de eso se obligó a sí mismo a sonreír, a tratar de mantener aquella sonrisa el mayor tiempo que le fuese posible en su rostro. -Me alegra que digas eso. No tengo intenciones de lidiar con otra yegua rebelde por el momento- se rió levemente, imaginaba que la terquedad también era uno de sus rasgos característicos, así que con menos razón tenía intenciones de lidiar con Ginger en esa postura. Era un comienzo, y que estuviese dispuesta a colaborar era algo que le agradaba bastante. Le dio otro vistazo rápido a las plantas con las que había llevado a cabo aquella clase, sonriendo satisfecho. -Y tú eres buena alumna- le respondió, dedicándole una sonrisa. Caminó un poco más, olisqueando unas hierbas que tenían buena pinta. Mordió algunas, comenzando a comer, llenando su estómago vacío. -Ven, aprovecha a comer algo ahora, que luego tendremos que recorrer un largo camino para seguir con las clases- comió un poco más y luego se apartó unos pocos pasos, dejándole el espacio libre a Ginger para que comiese. También tendrían que buscar agua y, si es que el tiempo les alcanzaba, debería enseñarle a cómo aprovechar el terreno en el que vivían, como esconderse y moverse con suavidad. Sí, sería prioridad por sobre buscar agua, algo que seguramente todos los demás sementales se encargasen de enseñar. Él por su parte no se iba a arriesgar a que un puma o animal similar los encontrase en medio del bosque, solos, por la inexperiencia de su acompañante respecto a cómo moverse. Y no la culpaba, pues recordaba los tiempos en los que había sido también un novato en ése tema. Observó todo el lugar, sumamente alerta, captando todos los sonidos de los alrededores.

Shawna:

Me carcajee al oír a Gale darme la razón así como así. Sí, solía ganarle a todos los que me rodeaban por cansancio, más allá de que en realidad tuviese razón o no, de tanto insistir en un mismo tema acababan dándome la razón. -Sí, bueno, suelo tenerla- bromee, riéndome nuevamente mientras clavaba mi mirada en el lugar por el que transitábamos actualmente. El bosque tenía aquél toque tan sombrío que estaba más que perfecto considerando la situación que habíamos vivido hacía escasos momentos. Y con la manada, ni siquiera había que decirlo. Ahora lograba entender porqué vivían ahí, ¿cómo no hacerlo? Si ese lugar era totalmente perfecto para esos salvajes. Bufé por lo bajo, disfrutando del corto momento de silencio que se produjo entre ambos, para nada incómodo. Suspiré, sacudiéndome un poco. No me sentía para nada cómoda con toda esa suciedad encima, realmente me había acabado acostumbrando a los cuidados diarios de los mozos de la hípica. Cepillado, limpiado de cascos, comida... Todo eso parecía realmente lejano, como un sueño difuso y poco claro. Me ahorré las miles de preguntas que existían en mi mente, como si nos pensaban liberar en algún momento, ya que sabía de sobra que Gale tenía poco que ver con las decisiones que tomasen en la manada. Y lo peor, era que sabía que en caso de que él pudiese tomar una decisión, nos dejaría libres. Él era diferente. En cuanto lo escuché hablar dirigí mi mirada hacia él, centrando toda mi atención en él en aquél momento. El saber que había vivido con humanos en un principio me había parecido algo increíble al principio, pero luego lo había logrado entender con facilidad. Sí, por eso no había reaccionado como todos los demás, que presos de la ignorancia tenían una mala imagen de los humanos. El ver como todo en la vida de Gale cambiaba de un momento a otro, desde el cariño y atención de un humano a luego la soledad, la misma desesperación de encontrarse solo y prácticamente perdido en el bosque. Suspiré. Aquella no era vida para nadie, ni siquiera para el ser más malvado que existiese. No era justo que él, siendo diferente a todos sus compañeros hubiese corrido con la misma suerte. -No te culpes por eso, Gale. No tenías idea de a qué te enfrentabas- susurré, dándole un toque muy leve con mi morro en su cuello, explicándole de aquella manera que lo entendía. Que injusta era la vida. Me costaba aceptar que el vivir de por vida en esa manada fuese el destino que le esperaba al semental que me acompañaba. No era para nada justo. Su pregunta me sacó de mis pensamientos, a lo que lo observé y negué suavemente con la cabeza. -No. Tenía, pero me vendieron. Y antes de que formes una mala idea sobre los humanos, sé que mi dueño me quería y mucho, y sé también cuanto le dolió desprenderse de mí. Pero era necesario- hice una mueca, dispuesta a dejar aquél tema tan doloroso atrás. El recordarlo era como revivir aquella herida que creía cerrada, el revivir aquél sentimiento de puro anhelo. Cuánto lo extrañaba... -Aunque me haya vendido, gracias a que lo conocí y muy bien, sé que los humanos son seres increíblemente buenos y bondadosos. Hay de todo, como también pasa en nuestro mundo. Pero si encuentras al compañero adecuado, nunca te arrepentirás de entregarte día a día a un compañero humano- sonreí luego de hablar, segura de mis palabras. Nos detuvimos en un sitio del bosque bastante despejado y el silencio volvió a reinar en el lugar. No, no era silencio. Agudicé el oído, moviendo mis orejas de un lado a otro y captando todos los sonidos que circulaban cerca de allí, tratando de reconocerlos. Agua. Solté un relincho y salí al galope inmediatamente, liberando toda la energía reprimida. -¡Vamos, Gale, apresúrate!- lo animé, riéndome, dirigiéndome hacia el sonido que hacía el agua al correr con mucho entusiasmo, esperando que no me hubiese equivocado.

Circe

Circe

Ah, los aires del bosque, tan puros y frescos, tan limpios y revitalizantes. Paseé por aquel lugar, después de andar como alma errante por varios lugares sin encontrar algún tipo de reposo en ninguno, salvo aquí; aquí donde todos los animales eran salvajes por igual y se regían únicamente bajo las leyes de la naturaleza, aquí donde los malditos caballos de establo no se atrevían a andar por temor a ser atacados. No, espera, sí andaban. Olí sus pelajes, que de tanto convivir con humanos habían logrado captar su esencia, y ya cada pelo guardaba el aroma de su jinete. Gruñí como acto reflejo, dejando que aquel viejo odio hacia la raza humana aflorara después de haberla dado por superada: para nada. Me acerqué por mera curiosidad, esperando ver a los estúpidos seres pasear con rostros atemorizados por el bosque, pero en su lugar encontré un revoltijo de sementales puros, silvestres...manejables. Parecían casi títeres bajo aquel árabe que relinchaba como poseso, todo él cubierto de heridas. Tenían en su compañía a unas preciosas yeguas, de entre las cuales logré identificar un par de rostros: aquella había ido a la dichosa acampada en mis tierras, aquella otra había sufrido cuando les llegué de improviso hacía apenas unos escasos meses. Las recordaba a la perfección, y el pensar en ellas trajo a mí odio, un sentimiento que ya no lograba aplacar y mucho menos al encontrármelas de nuevo. ¿Nunca se cansaban de correr derechito a los problemas? Bueno, ahí había oportunidades, y no sería yo quien las dejara pasar. Me dejé ver a un par de metros de un frisón negro, enorme, que al parecer estaba controlando a una apaloosa. A ésa no la logré reconocer, pero se veía tan sufrida como cualquier otra: domada, seguro. No me puse a favor ni de un bando ni del otro, simplemente comencé a acercarme lentamente hacia él, el primer semental que había visto, con su negrura fundiéndose entre la noche. Estaba pastando entre hierbas altas, lo que sólo favorecería mi camuflaje a favor de la herida incurable de mi lomo, que estaba segura sangraría por los siglos de los siglos. Suerte que por ahora la hemorragia ya no manaba sangre, como había estado haciendo tiempo atrás. -Hey- ronroneé, en el mismo tono suave y sereno que usaba para con todos los machos. Entrecerré mis ojos y dejé que las blancas cortinas que eran mis pestañas cayeran delante de mis ojos, con un brillo tan extrañamente vivo como muerto a la vez. Mi flanco blanco relucía bajo la luz de la luna, mientras que la brisa de la noche jugaba con mis crines, moviéndolas a su completo antojo y trayendo consigo un suave aroma, delicioso y cautivador, que era recolectado por la diosa noche y traído directamente a sus hijas a través de su siervo el viento: las hijas éramos nosotras, aquellas resurgidas de la otra vida, las encargadas de llevar a los seres vivientes a su perdición.

Dark Night

Dark Night

Miré de reojo a Cammeron, que había comenzado a pastar unos metros más alejada de mí. Seguí a lo mío, hasta que sentí una fresca brisa recorrer mi cuerpo y abanicar con suavidad mis largas crines. Algo me llamó la atención. Tenía el presentimiento de que algo, aparte de Cammeron y yo, estaba allí, con nosotros. Nunca antes había tenido esa sensación, algo que me hizo estremecerme levemente, pero tampoco tenía miedo, sólo estaba... Extrañado. Caminé unos pasos, buscando hierba más fresca. Llevaba la cabeza baja, oculta entre la hierba. Justo delante de mí, distinguí entre la hierba algo. No sabía lo que era. Era blanco, pero no podía ser un efecto óptico creado por la luz de la Luna. Erguí mis orejas en esa dirección, levantando bruscamente la cabeza, posteriormente, para poder ver con claridad de qué se trataba. Una yegua, realmente hermosa, de largas crines y cola, blanca como la nieve, se encontraba a escasos metros de mí. ¿Cómo era posible que estuviese allí? Si aquel sólo lo conocíamos Cam y yo. Pero distinguí en ella un brillo especial. No parecía real. Observé cada detalle de la yegua, con una delicada atención. Tenía una herida en el lomo, aunque apenas se veía. Ella movió sus pestañas, blancas como la nieve, al igual que su capa. No, definitivamente no podía ser real. No podía existir nada de semejante belleza. Parecía como un sueño. ¿Acaso estaba durmiendo? No, de éso estaba seguro. Bufé, algo confundido, sin dejar de mirar a la yegua. -¿Quién eres? O, más bien, ¿qué eres?-inquirí con un gran curiosidad. Parecía algo mágico, irreal, pero estaba allí, frente a mí. Por un momento, deseé que Cammeron también la viese, señal que me aseguraría que no me había vuelto majareta de repente.

Circe

Circe

-¿Qué soy? Lo que parezco. Lo mismo que tú. Lo mismo que ella. Una yegua. De carne y hueso, como podrás comprobar en cuanto quieras- susurré en tono tentador, consciente de que aquel macho sería un hueso difícil de roer: ya comenzaba a sospechar de mi naturaleza surreal, y estaba mucho más que dispuesta a borrar cualquier dura que podría surgir en su pobre mente. Mi pelaje, de un blanco tan puro como si el sol cayera a plomo sobre mi espalda, desprendía aquel suave y exquisito aroma preparado por las rosas que abundaban en algún prado cercano, las gardenias que crecían en los arbustos alrededor de nosotros y mezclado por el viento, que rondaba por rededor del prado de altas hierbas donde estábamos varados los tres. -Podría preguntar, noble caballero, ¿por qué tienen éstas yeguas en su posesión tú y tus amigos?- inquirí con voz suave, tan llena de vida que sólo alguien que me conociera ya podría imaginar que yo en realidad había sido arrancada del mundo de los muertos: no él, dado que mi comportamiento, quizás sobreactuado, pero natural, había sido planeado para dejar clavada en su mente, sin lugar a dudas, la idea que yo era una cosa totalmente normal. Que mi belleza no era más que un don del cielo heredado por genética y no un maleficio concedido por el rey supremo de la muerte, dado específicamente para ser usado a mi antojo. Mi cola se mecía de igual modo al viento, sin que fuera agitada en exceso, cayendo de un modo natural sobre mi flanco igual que mis crines ondeaban en mi cuello.

Karsten

Karsten

Había estado ahí, varado, desde sólo Dios sabía cuánto tiempo, mirando el suplicio bajo el cual caían las yeguas a manos de los machos. Poco después su actitud comenzó a ser diferente, más como complacientes que de mártires, aunque si era algo fingido o verdadero jamás llegaría a saberlo. Ante la orden del líder de buscarse un tutor entre el grupo de vándalos que eran los salvajes me esforcé por no reír, de lo contrario mi presencia sería demasiado notoria. Más allá de mi gusto de pasar desapercibido. Disfruté de la enorme confusión por parte de las hembras, divirtiéndome mares en su dolor, riendo al ver sus rostros perplejos y confundidos a momentos, ora riendo, ora chillando. Estuve un buen rato así, perdido, cuando la cara de una de las yeguas me llamó la atención: deja su decisión de no darse por vencida y proteger a sus seres queridos, sino que había algo en ella que clamaba a gritos familiaridad dentro de mis memorias, viejos recuerdos que había en mi mente. De repente algo hizo clic, que me alertó por completo. Su pelaje tordo y aquella personalidad suya de ayudar a quienes le importaban, por lo menos un poquito: Wild. ¡Era Wild! ¿Cómo habrían logrado capturarla? Bueno, seguramente vendrían con ella el montón de yeguas que estaban igualmente bajo cautiverio, y entre el cuidarse a ella misma o a sus amigas...había elegido a las segundas, seguro. Me acerqué, saliendo de mi escondite con cautela, plantándome a su lado con la cercanía que me otorgaba la confianza y compañerismo que había entre nosotros. -¿Me aceptaría usted como su profesor?- pregunté entre susurros muy cerca de su oreja, con cierta nota de sarcasmo en mi voz, tan baja que nadie dudaría que mi petición era real. -Te aseguro que sé más que todos estos bastardos juntos- mascullé, soltando una pequeña risa después. Se suponía que primero tendría que haber saludado, pero no lo hice, sino que fui derecho al grano. Tampoco me gustaban mucho los rodeos, y no me arrepentí. Mantuve una ceja alzada, esperando quieto su respuesta, inmóvil en mi lugar.

Dark Night

Dark Night

-Sí, ya, claro.-No sabía por qué, pero aquella yegua no me parecía tan real como lo pudiese ser cualquier otra; como lo pudiese ser Cammeron, por ejemplo. Había algo en ella, más allá de su belleza, que la hacía diferente. Parpadeé varias veces, tratando de volver a la realidad. -Si tan real eres, ¿qué haces aquí?-inquirí, recordando todos y cada uno de nuestros pasos antes de entrar en el interior del túnel oculto tras la cascada. Hubiese jurado que nadie no había seguido; hubiese podido oír a cualquier ser que nos hubiera seguido. Inhalé algo de aire, llenando mis pulmones. Un rico olor a rosas me llegó rápidamente, haciéndome inhalar nuevamente para poder olerlo de nuevo. ¿Provenía de la hermosa yegua que se encontraba frente a mí? Definitivamente, aquello no era normal. Había aparecido allí, por arte de magia, y por una extraña razón, parecía haber visto todo lo ocurrido anteriormente con las yeguas que habíamos capturado. Estaba totalmente desconcertado. Vacilé unos segundos antes de contestar. -Nuestro líder tuvo la brillantísima idea de capturarlas, pensando que serán un buen partido para asegurar el futuro de la manada, o al menos, éso tengo entendido.-respondí, algo desconfiado. Levanté mi cuello, dando un paso hacia ella. -¿Y cómo es que la señorita sabe que hemos retenido a estas yeguas en nuestros territorios?-inquirí, mirándola fijamente a los ojos. Me conocía aquel bosque de principio a fin, lo conocía incluso mejor que me conocía a mí mismo. Sabía qué seres habitaban el bosque y no dudaba en que mis colegas y yo éramos los únicos habitantes equinos del bosque, al menos hasta que se unieron las yeguas. Nunca la había visto a ella por aquí, algo aún más extraño. -Oh, ¿sería tan amable de decirme cuál es su nombre?-le pedí, con un tono algo irónico.

Wild

Wild

*Se desmaya y se triple desmaya, se traga su lengua y muere* adiuhadfuasduasv :'DDDDDDDDD
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Wild:
Escuché la voz de Anwar -Diablos..- Gruñí por lo bajo y estiré mi cabeza hacia atrás, observando como Ghali se veía obligada a ir con el. -Ghali- Susurré por lo bajo, Anwar seguramente sabía que ninguna de las dos queríamos que el nos llamara por razones obvias. Por otro lado agradecía con todo mi corazón que hubiese sido Ghali y no yo, porque ella solía tener mejor carácter además de ser más tranquila y menos brusca a la hora de hablar.. Bueno.. Depende con quién.
Pegué un largo y profundo suspiro, alcé mi cabeza y observé si Sombra estaba bien, si lo estaba. Sonreí aliviada y me volteé a caminar, seguramente todos los caballos ya habían conseguido una pareja para este dulce y apetitoso "entrenamiento", esto me alegraba ya que no tendría que ir con nadie y tampoco a gastar mis únicas energías, ya que, aunque habían miles de plantas, pocas eran comestibles.. Al menos para mi.

Erguí mi cabeza y observe el cielo -Las cosas se han tornado muy difíciles hoy..- Susurré.
Minutos después sentí un leve escalofrío que corría por mi lomo, algo absolutamente extraño de no ser por la familiar y peculiar voz que me había hecho una pregunta, la logré identificar casi al segundo, aunque aún era casi increíble.. El... ¿Estaba aquí? Pues sí.. ¿Quién más podría ser con esa exacta voz? Solo Karsten. Mis orejas se relajaron y se movieron hacia delante junto a una risa -Oh sí, señor, estaría muy agradecida- Admití con una sonrisa.

Seabiscuit*

Seabiscuit*

(Gale):

Antes de que Gale lograse responderle a alguna de las palabras de Shaw, ésta salió disparada adentrándose en el bosque, antes de que pudiese indicarle que lo que harían sería buscar agua. Se rió y partió al galope también, siguiéndola por detrás, sorteando algunas ramas caídas que estaban esparcidas por el terreno. Era rápida, por lo que tardó unos pocos segundos en colocarse a su lado. Le dedicó una sonrisita orgullosa, ya que el tener una alumna tan competente y hábil era todo un orgullo para él. - ¿A dónde vamos? -preguntó, con curiosidad, ya que temía que ella estuviese dirigiéndose hacia esa dirección por pura casualidad y no porque realmente hubiese localizado el agua, pese a que sería demasiada casualidad y él no creía en esas cosas. Inhaló profundamente el aire del bosque, aquél al que estaba tan acostumbrado, aquél que tan feliz le hacía- ¿seguro que vamos en dirección correcta? -preguntó, con cierto tono travieso, intentando confundirla un poco y que la tarea se le hiciese al menos un poco más complicada, ya que se había sorprendido ante la rapidez con la que había localizado el camino correcto. Efectivamente iban en la dirección adecuada, directo hacia aquél pequeño arroyo, uno de los tantos que les brindaba el agua que necesitaban para sobrevivir. No se escuchaba ningún sonido cerca, por lo que dedujo que estaban solos y que nadie había llevado a su alumna al mismo sitio que él. Perfecto. Se fue deteniendo a medida que llegaban, dedicándole una amplia sonrisa a Shawna- que alumna tan astuta tengo -la felicitó, soltando un relincho agudo y alegre.

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Cami, perdón por empezara a rolear en tercera de la nada, luego te explico el porqué xD

Shawna

Shawna

Shawna:

Me reí al ver que Gale se había quedado bastante atrás, ya que aparentemente no se había esperado que saliese al galope así como así, sin explicarle antes que estaba escuchando el claro sonido del agua correr. Por alguna razón la escuchaba con la suficiente claridad como para darme cuenta de que no me estaba equivocando. No estaba acostumbrada a sentir con tanta claridad un sonido que parecía estar lo suficientemente lejos como para no verlo sin recorrer un trecho lo suficientemente largo, pero me daba cuenta que al final todo aquello había servido para algo. Escuché las palabras del semental en cuanto se situó a mi lado, dedicándole una sonrisa. -A buscar agua. ¿No era eso lo que quería que me enseñaras Anwar? Pues ya puede estar orgulloso de que sus caballos sepan hacerlo con tanta rapidez- bromee, riéndome luego. Alargué un poco la zancada, disfrutando de la sensación de libertad, sintiendo como el viento jugueteaba con mis crines con total libertad, meciéndolas de un lado a otro. Mientras recorríamos el lugar apenas y tuvimos tiempo para hablar, ya que ambos estábamos concentrados en sortear todos los obstáculos que nos había puesto la mismísima madre naturaleza en medio. Sin embargo, lo que dijo me hizo dudar. ¿Realmente iba en la dirección correcta? Disminuí un poco la velocidad, frunciendo levemente el ceño. Finalmente me detuve, al igual que él, y me dí tiempo para oír mejor el sonido que ya se sentía cada vez más cercano. -Estoy segura- dije con decisión, si fallaba, sólo era cuestión de esperar que él me ayudase, pero no pensaba desistir de que íbamos en dirección correcta sólo porque él lo sugería, con aquél tono que daba mucho que pensar. Reanudé la marcha, pasando a un galope igualmente veloz y ágil que antes, saltando varias ramas caídas. En cuanto él comenzó a detenerse yo lo imité, dedicándole una sonrisa triunfal. -Así que sí íbamos por el camino correcto. ¡Querías confundirme!- me quejé, elevando un poco el tono de voz y mordiéndole las crines en broma, riéndome luego. Unos tupidos arbustos tapaban la visión del arroyo, por lo que me abrí paso entre éstos, observando la belleza del lugar. No dejaba de ser un sitio relativamente normal y común, pero aquella noche lo hacía mucho más bello. La luna iluminaba las cristalinas y calmas aguas, además de sus alrededores, que estaban cubiertos de hierba y algunas pequeñas flores. Había de todos los colores posibles, formando un precioso manto de vida. -No lo hubiese hecho de no ser por mi profesor- le dediqué una sonrisa, mientras me acercaba y bebía un poco de agua. Había un zona menos profunda, así que aproveché para ingresar en el agua, la cual tenía una buena temperatura. Sí, aquello serviría para librarme de toda la suciedad del bosque. Disfruté de aquél lugar, saliendo luego de unos minutos, chorreando prácticamente, colocándome al lado de Gale. -Éste lugar es hermoso- mascullé, observando todo con ilusión.

Circe

Circe

-Tu comportamiento me lo dice. El comportamiento de aquel árabe en jefe, tu líder, me lo dice. Su comportamiento me lo dice- murmuré, señalando con la punta de mi fino hocico rosado el lugar donde estaba la yegua apaloosa. -Todo en este lugar me lo dice. Sólo hay que saber prestar atención a los detalles- canturreé, sonriéndole siempre al semental negro que parecía no muy convencido acerca de mi comportamiento. -Mi nombre es Circe, noble caballero. Y no me molestaría conocer el suyo, ni mucho menos- mantuve mis palabras dentro de los estándares corteses y refinados, como él había comenzado a hablar. ¿Por qué? No lo sabía, pero mis palabras eran lo suficientemente dulces y delicadas como para extraviar la mente hasta del semental más bravío, por lo menos, durante un par de segundos. Golpeé con la punta de mi casco plateado el suelo, alzando la pata como para desentumirme: un gesto totalmente natural en cualquier equino. Cuando el viento dejó de soplar, mantuve mi cola en movimiento, agitándose de un lado a otro, fingiendo espantar unas moscas que estaba segura jamás llegarían: repelían el olor a miedo y a muerte que manaba mucho más dentro de mí, un aroma distintivo de todos los seres de mi naturaleza que no todos podían distinguir. No un distraído como el semental con el que me encontraba, al menos. Ladeé ligeramente la cabeza, dejando que mis crines blancas y puras y sedosas cayeran en cascada al costado derecho de mi cuello, mirándolo de un modo suave pero inquisitivo. -¿Y usted está de acuerdo? ¿Con que se capture a las yeguas?- pregunté con aire inocente.

Dark Night

Dark Night

-¿Conoces a nuestro líder?-inquirí, sin mostrarme demasiado convencido. Yo era un hueso bastante duro de roer, estaba claro. Hasta que no estuviese totalmente seguro de lo que aquella yegua era, o mostraba ser, o lo que sabe Dios venía a hacer a aquí, no iba a dejar de hacerle preguntas, la sacase éso de quicio o no. Incluso me reiría si notase que ella se desquiciaba. Escuché su voz, similar al de un suave tintineo de campanitas. Se llamaba Circe. -Encantado, Circe. Hermoso nombre.-comenté, realizando una reverencia. -Mi nombre es Dark Night, aunque puede llamarme Dark, señorita.-añadí, asombrandome por el respeto, algo irónico y sacástico, con el que hablaba. No sabía exactamente por qué había terminado hablando así, aunque tampoco me importaba. Solté una leve risita por lo bajo, a la vez que miraba ahora a Cammeron. ¿Ella también podía ver a Circe? Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que hablábamos, en parte debido lo concentrada que parecía estar en encontrar la hierba más fresca. Ya le había dicho que, hiciese lo que hiciese, estuviese atenta a su alrededor. En fin. Yeguas, pensé, negando ligeramente con la cabeza. Por un momento, me había desconcentrado por completo de Circe, a pesar de que seguía atento a sus movimientos y a su olor, que tras dejar de soplar algo de brisa, me costó volver a inhalar. Sacudí mis crines, pasándolas de un lado a otro de mi cuello, dejando que cayeran en cascada por uno de los costados de mi cuello, finalmente. Fijé ahora mi mirada en Circe, escuchando su fina voz. Vacilé antes de hablar, quedándome en silencio unos largos segundos. -Lo cierto es que les hacemos un favor, en el fondo, aunque no me parece buena idea la finalidad por la que se ha llevado a cabo esta idea.-respondí, mirando hacia otro lado, como quien no quiere la cosa.

Ginger

Ginger

No pude evitar soltar una carcajada al oír la respuesta de Farouk. Era justo la respuesta que esperaba. Justo cuando fue a responderle, él pidió que no lo hiciera. Puse los ojos en blanco y volví a reír, ésta vez por lo bajo. Parecía que se obligaba a sí mismo a sonreír, a mostrarse medianamente simpático. Se agradecía el detalle. Bastante. Odiaba los caballos toscos y serios que no se reían ni aunque le hicieses la mayor de las trastadas a su peor enemigo. Reí ante su siguiente comentario. -Pues entonces estás de suerte, alégrate.-dije, asegurando ya de por sí que iba a dejar a un lado la tozudez y rebeldía con la que me había manejado durante todo el tiempo. Le dediqué una sonrisa al escuchar su pequeño halago. -Me alegra oír éso.-le respondí, observando ahora sus movimientos. Asentí ante su comentario y me coloqué a su lado, olisqueando algunas hierbas, recordando la clase que acababa de darme Farouk. Comí lo necesario hasta sentir mi estómago lleno. Caminé a su lado, siguiendo su ritmo, sorteando los arbustos y raíces que se cruzaban por nuestro camino. -¿A dónde vamos ahora?-inquirí con curiosidad, observando el camino y las huellas que los cascos del semental iban dejando.

Shawna

Shawna

Farouk:

Luego de haber caminado unos pocos minutos se detuvo, esperando que Ginger se colocase a su lado. Sus orejas se movían constantemente, receptoras de todos lo movimientos que se pudiesen llegar a oír desde donde estaban. Desde el sonido tan minúsculo y poco relevante del batir constante de las alas de un pájaro hasta los sigilosos pasos de un puma que pudiese estar acechándolos en ese mismísimo instante. Si algo había aprendido con el tiempo era que viviendo en el bosque no se podía llegar a ignorar ningún detalle, por más minúsculo y poco relevante que pareciese. -Querida alumna, ahora aprenderá a cómo moverse por el bosque y salir viva después del intento- se rió suavemente luego de hablar, observando el cielo por las zonas despejadas de ramas y follaje de los árboles. El cielo azul, bañado de estrellas era una de las mejores vistas que cualquiera podría tener la oportunidad de disfrutar. -Supongo que sabrás porque me preocupo en enseñarte esto, ¿no? No tengo intenciones de que ningún puma ni animal similar me cace porque tú no sabes cómo dar dos pasos sin montar jaleo- dijo sin dar rodeos, riéndose suavemente para darle a entender que no la culpaba por aquello. Era normal, si nunca nadie se había preocupado en enseñarle algo tan básico como caminar sin hacer demasiado ruido, no podía quejarse ni culparla.
-Comencemos con lo más importante y fácil. Tienes que aprender a aprovechar todo tu entorno. Aquí tienes centenares de árboles: aprovéchalos. Aprovecha la sombra que te brinda la noche, la oscuridad, elige lugares adecuados en caso de que tengas que parar por alguna razón, lugares donde nadie te vea- le explicó, haciendo una especie de demostración, situándose detrás de un tronco lo suficientemente enorme de un árbol, donde además la sombra de éste le favorecía, camuflándose por entre las sombras. Salió por el lado contrario, dando una vuelta entera y dejándose ver cuando estuvo detrás de Ginger. -Es fácil- elevó un poco el tono intentando tomarla desprevenida, riéndose. -Bien, ¿entiendes?- preguntó, pese a que no dudaba que así fuese, pues era algo sumamente fácil y claro.

Ginger

Ginger

Seguí a Farouk en silencio, observándolo todo; los árboles, los arbustos, las plantas, las setas que crecían en las partes más húmedas de la tierra... Todo. Parecía mentira que pudiese existir un lugar tan inmenso y hermoso, oculto, pasando desapercibido en el club. Me concentré ahora en escuchar a Farouk. -Hmm... Suena interesante.-dije, mostranto una gran curiosidad prácticamente apreciable en el tono de mi voz. Moví mis orejas de un lado a otro, tratando de concentrarme el oír lo que ocurría a mi alrededor. Concentrarse en éso y en observar el lugar era bastante difícil cuando intentabas tener ambos sentidos al cien por cien. Ante lo siguiente que dijo, bufé, fingiendo estar molesta por lo que había dicho. -No he nacido en el mismo lugar que tú; no he tenido que aprender lo mismo que tú.-me quejé, negando con la cabeza después. Vi cómo se movía por el bosque, con total naturalidad. Se notaban sus años de experiencia. Mientras escuchaba su explicación, atenta, le seguía con la mirada, hasta que lo perdí de vista. Se había ocultado tras un árbol de tal forma que no parecía estar allí. Traté de escuchar algo que me indicase dónde estaba, pero en ese preciso instante, apareció por detrás. Me giré con brusquedad, bajando la cabeza levemente. Después volví a levantarla, quedándome estática en mi lugar, soltando una leve risita. -Tengo que formar parte de entorno, ¿no?-dije, dando a entender que había entendido lo que me quería explicar. -Entiendo.-concluí, asintiendo con la cabeza. Caminé un poco, buscando algún árbol en el que esconderme. Me movía en silencio, sin apenas hacer ruido al pisar la tierra húmeda; no parecía tan difícil. Estaba segura que después de practicar un poco, sería realmente fácil.

Shawna

Shawna

Farouk:

-Lo sé. Por eso mismo no te culpo, supongo que a tus padres nunca se les pasó por la cabeza la idea de que su querida hijita iba a ser capturada en un futuro por una manada de caballos salvajes- masculló con ironía. Diciéndolo así, todo aquello sonaba tan loco, tan ilógico, que le costaba creer que fuese cierto todo lo que pasaba. Habían secuestrado a unas yeguas, ni más ni menos que eso. A la fuerza, las habían separado de todos los que querían, las habían alejado de su hogar. Suspiró, no sentía culpa, pero sí le parecía extraño todo lo que hacía en aquella manada. Por primera vez se planteó que quizás fuese un error hacerlo, pero aquella idea se desvaneció con la misma rapidez con la que había aparecido. Observó todo el lugar, prestando atención a las partes más oscuras, carentes de luz. Al igual que él, había otros seres que también sabían esconderse perfectamente, como si fuesen una sombra más, por lo tanto, había que ser precavido. Ahora no solo velaba por su bienestar, sino que también cargaba con la responsabilidad de mantener en un sitio seguro a Ginger, lo cual no era demasiado fácil considerando el lugar en el que vivían. Asintió con la cabeza ante las últimas palabras de la potra, prestando atención a sus movimientos, sonriendo cundo se escondió lo suficientemente bien como para pasar desapercibida si no prestabas especial atención a la zona en la cual se encontraba. -Muy bien, ahora, ven- la llamó, dedicándole una sonrisa en cuanto se situó a su lado. Lo hacía bien, considerando que era joven y nunca había estado viviendo en aquellas condiciones. Le dio de forma breve algunos consejos para hacer el menor ruido posible al caminar, dónde apoyar los cascos y qué cosas evitar. Las ramas y hojas secas eran las mayores enemigas de los novatos, así que era mejor evitarlas. Esbozó una sonrisa pícara, suspirando luego. -Bien, alumna, lo estás haciendo bien- la felicitó, y al momento de volver a hablar, no dijo nada. Cerró la boca, moviendo sus orejas de forma casi frenética al captar un sonido diferente. Pasos. Oh, genial. -Quédate aquí- le ordenó a Ginger, a la misma vez que él se acercaba hacia el sonido a investigar. No era algo seguro, pero tampoco podía dejar que fuese lo que fuese los sorprendiese en otro momento, indefensos. Prefería enfrentarlo ahora que estaba precavido y enterado de que alguien más los acompañaba. No era lo que se esperaba, sin embargo, le hizo frente sin demasiados problemas. Aullidos lastimeros mezclados con gruñidos cargados de furia lograron oírse, a la misma vez que los relinchos agresivos de Farouk hacían acto de presencia rompiendo la calma del lugar. Lobos. El semental se las arregló sin mayores problemas para acabar con ambos, matando a uno de una coz y al otro con un poco más de dificultad, empleando sus patas delanteras y alguna que otra embestida. Finalmente, ambos quedaron reducidos a cuerpos ya sin vida, quedándose inmóviles en la oscuridad de la noche. Suspiró, revisado sus heridas. Nada exagerado, sólo alguna que otra mordida en sus patas y en sus flancos. Ya, luego de haber recibido tantas parecidas, casi no sentía dolor. Se acercó a Ginger y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. -Lobos- le informó. Debería haber dejado que se enfrentase a ellos, al menos a uno, para que comenzase a formarse en el bosque. Pero no, era una locura considerando que seguramente no supiese qué hacer más que dejarse llevar por los instintos que todos los caballos tenían. No se arriesgaría a que algo le sucediese, ya que con la rapidez de esos depredadores poco iba a poder explicarle en esa situación. -Es raro verlos de a dos. Generalmente son machos solitarios o, a lo sumo, una manada bien numerosa que podría acabar con ambos sin problemas- se rió suavemente, sacudiéndose y dándole otro vistazo a las heridas que habían comenzado a manar sangre. Cerrarían en poco tiempo.

Seabiscuit*

Seabiscuit*

(Gale):

Se rió suavemente en cuanto sintió que Shawna, la hannoveriana, le mordisqueaba las crines a modo de castigo por aquella pequeña trampa que había intentado hacerle. - No tenía sentido si no intentaba ponerte las cosas más difíciles, ¿no lo crees? Tienes capacidad de sobra para darte cuenta de cuándo hacerme caso y de cuándo sencillamente ignorarme. Sin mencionar que pese a que intenté confundirte, seguiste en la misma dirección -la felicitó, siendo sincero. No tenía sentido el darle menos importancia a todo lo que había hecho bien para no tener que felicitarla con tanto ahínco. No, para nada. Sencillamente la estaba felicitando por todas las cosas que estaba haciendo bien, las cuales eran muchas, sin mencionar que su actitud y sus ganas de aprender le gustaban. Se adentró, observando el hermoso lago que se extendía frente a ellos, esbozando una sonrisa- y lo descubriste tú -masculló, ya que no recordaba haberlo visitado con anterioridad, siquiera por error. Y con lo tapado que estaba por los arbustos y árboles cercanos, no le sorprendía que al menos él no hubiese reparado en la existencia de una fuente constante de agua en aquellos momentos. Le sonrió en cuanto la vio ingresar al agua, a lo que él también se acercó, bebiendo un poco- estoy agotado -se quejó, riéndose levemente. Aprovechó para comer un poco de hierba fresca también, para luego observar a Shawna, tenía una pregunta que revoloteaba en su mente constantemente, que no sabía si formular o no. No estaba seguro de qué tan adecuada era considerando la situación en la que estaban, aún así, decidió arriesgarse- ¿extrañas a Tornesch? -le preguntó, levantando su mirada y clavándola en los ojos de la yegua. Irradiaban, pese a toda la situación, toda aquella alegría que la caracterizaba. No entendía, y posiblemente nunca entendería, la relación que tenían con el semental Hannover. ¿Por qué? Por la simple razón de que él nunca arriesgaría su vida por otro, en el bosque era matar o morir. Y sin embargo, ella, sin saber a qué se enfrentaba exactamente, había decidido enfrentarse a eso y asegurar la seguridad de su pareja. ¿Raro? mucho, al menos para él.

Shawna

Shawna

Shawna:

-Sí, bueno, más allá de que no me veo capaz de tantas cosas como tú dices, tienes razón en eso de que el tratar de hacer trampa ponía las cosas más interesante. Felicidades por eso- bromee, riéndome suavemente. Me sacudí un poco mis crines chorreantes, dejándolas caer por uno de los costados de mi cuello. Estaban largas, muy largas, lo que dejaba a ver que hacía mucho nadie se preocupaba por recortarlas, lo mismo con mi cola. No me quejaba, igualmente, por ahora no llegaba a molestarme. -Seguí en la misma dirección porque escuchaba el agua claramente, como si la tuviese al lado- me reí mientras comía un poco de hierba también, observando algunos arbustos que tenían pequeños frutos rojos crecidos, que brillaban intensamente por entre el color verde predominante. Mordí uno sin querer, descubriendo que tenía un sabor agradable. Una mezcla entre algo dulzón y un poco ácido, realmente delicioso. Bebí un poco más de agua, ya que luego de todo el camino que habíamos recorrido sí estaba sedienta. -¿Yo? Lo dudo. Con lo que llevan viviendo en éste bosque, seguramente alguien ya lo ha visto antes-hice una mueca, realmente era difícil que nadie hubiese visto éste lugar antes, ya que además, pese a pasar desapercibido gracias a la vegetación que lo rodeaba seguramente hubiese algún miembro de la manada lo suficientemente curioso como para meterse a investigar qué estaba escondido detrás de tanto verde. Me reí al oírlo, negando con la cabeza, incrédula. -¿Tú, agotado? ¿El señorito conocedor de todo el bosque, que recorre kilómetros y kilómetros diariamente, estás agotado?- me burlé, más allá de que no lo hacía con maldad alguna, le dediqué una sonrisa para que quedase bien claro que no lo decía enserio. Hice una pausa, ya llena de comer, para tumbarme en la hierba. -Yo también lo estoy. Ven, túmbate un rato- lo invité, acomodándome entre la mullida hierba, levantando mi mirada hacia la luna, la cual se lograba observar con claridad por entre las ramas y hojas de los árboles. -Qué tranquilidad...- mascullé, suspirando y cerrando los ojos por unos momentos, sin tener intenciones de dormirme. Sólo estar allí, sintiendo la mismísima naturaleza tan cerca de nosotros, tan presente. Todo estaba en silencio, un silencio calmo y para nada incómodo. Al escucharlo me tomé mi tiempo para responder, sin abrir los ojos ni tener ganas de hacerlo. No quería enfrentarse a aquella realidad. Quería abrir los ojos y encontrarse en uno de los prados de la hípica, con Gale, pero lejos de toda aquella manada. -Mucho- respondí, mi tono de voz se quebró antes de terminar de soltarle aquella palabra. -Muchísimo- aclaré, abriendo ahora los ojos, notando como éstos estaban vidriosos. ¿Lágrimas? Sonreí quedamente mientras ladeaba mi rostro. -Ya no sé que hacer. Lo necesito aquí, conmigo, necesito saber que él está bien. El dejarlo fue... horrible- cerré los ojos tragándome aquellas lágrimas que amenazaban con brotar de mis ojos en cuestión de pocos segundos. Suspiré, tranquilizándome. -¿Tienes idea de dónde estarán ahora? Los sementales- aclaré, velando realmente por el bienestar de todos, ya que sabía que todos se habían separado de sus seres queridos.

Seabiscuit*

Seabiscuit*

(Gale):

- Como tú me dijiste, suelo tener razón -bromeó, los comentarios de Shawna lograban causarle gracia, así que soltó la risa que tenía contenidaa y negó levemente con la cabeza. Hacía ya cierto tiempo que no se reía con tantas ganas y sinceridad, casi siempre le regalaba alguna sonrisa más bien falsa a sus compañeros, como para lograr superar el día sin hacerle frente y acabar peleándose con alguno. Evidentemente y como en toda manada tenía ciertas diferencias con más de uno, pero prefería guardarse esas opiniones. No contribuían al bien de la manada, ya que tenía bien clarito que más de uno ahí no se soportaba, sin embargo, trataban de mantener la paz siempre y cuando fuese posible. No favorecían en nada a la manada los conflictos personales que pudiesen tener el uno con el otro. Y considerando que allí eran un grupo, trabajaban unidos y el bienestar y la supervivencia de uno iba directamente enlazada con la del otro, tenían que mantenerse lo más unido que les fuese posible. - Bueno, eso es importante. A mí me llevo meses el lograr escuchar con claridad dónde estaba el agua, y más de una vez le erraba a la hora de ir hacia esa dirección -se quejó, frunciendo levemente el ceño a modo de broma- suerte de novata -se rió, más allá de que no lo decía enserio, tenían una confianza extraña con la cual a ninguno de los dos le molestaba ese tipo de broma, pues tenían bien en claro que se trataba de eso, ni más ni menos que una broma- créeme, dudo que alguien hubiese encontrado éste lugar antes -le guiñó el ojo con picardía, alegre. Se sentía bien, por alguna extraña razón, se sentía mejor de lo que esperaba- qué graciosa -frunció levemente el ceño, aunque luego finalmente cedió se rió. Ante la invitación de Shaw avanzó sin decir nada y se tumbó a su lado. Luego de unos segundos en silencio se dedicó a observar fijamente a la yegua que lo acompañaba, dedicándole una sonrisa. Ella ya había cerrado ya sus ojos, así que se permitió el observarla abiertamente sin problemas. El verla hablar de aquella manera sobre Tornesch le hacía sentir lo suficientemente mal como para desear que nada de eso hubiese pasado. Suspiró, siquiera sabía que responderle- en... el bosque, supongo -hizo una mueca, quedándose callado posteriormente.

Shawna

Shawna

Shawna:

-¿En el bosque?- repetí, ignorando todos los demás comentarios que Gale había mencionado últimamente. Aquella había sido la gota que definitivamente había rebalsado el vaso. Era imposible. Si ellos, siendo experimentados, estaban completamente expuestos a los peligros del bosque, ¿qué sería de los demás? Todavía recordaba de forma difusa y poco clara el encuentro que habíamos tenido junto a Tornesch con aquél depredador. Todavía conservaba las cicatrices que indicábamos que, pese a todo, habíamos llegado a tener suerte al salir con un par de heridas lo suficientemente leves como para recuperarnos en cuestión de pocos días. -¿Quién nos asegura que nada les sucederá? ¡Lo prometieron! ¡Prometieron que si nosotros nos arriesgábamos y veníamos con ustedes, ellos estarían libres. Prometieron que los dejarían en paz!- mi voz sonaba casi desesperada y estaba consciente de ello. Y lo peor, era que no podía hacer nada más que esperar. Esperar y rezar para que todo saliese bien, para que los sementales encontrasen alguna forma de volver al club y traer a los humanos, aquellos a los que los salvajes realmente temían. Y lo sentía por Gale, pero él estaba incluido, lamentablemente, en ese grupo de caballos. Cuánto los odiaba. Me contuve, bufando y apartando mi mirada, clavándola en la luna. Siquiera tenía fuerzas para levantarme, ahora que me había tumbado finalmente, me había dado cuenta de que necesitaba descansar. Tenía alguna que otra herida en mi cuerpo, que me había llevado sin querer. Nada grave, ya que ninguno de los caballos tenían verdaderas intenciones de herir a las yeguas. Pero a veces, por error, un golpe que iba destinado a otro acababa llegando. -Gale, tienes que apartarte de toda ésta vida. De verdad. No quiero que me respondas «no puedo» o algo similar. No lo acepto. Sencillamente no respondas y piénsalo, busca una forma de apartarte de ellos. Ven conmigo al club, ya sabes que siempre tendrás un lugar disponible ahí- lo observé, dedicándole una sonrisa casi imperceptible. Si todo salía bien, el tenerlo allí sería además, un apoyo extra para mí. Me había caído muy, muy bien, pese a todo.

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