Farouk:
-Oye, en ningún momento dije que eso se refiriese específicamente a mí. ¿De verdad te parezco un caballo tan simpático y optimista? No, no respondas, ya sé la respuesta. Igualmente, no descartes nada. Los caballos también podemos cambiar- se rió por lo bajo; había cierta verdad en sus palabras, pero tampoco quería depositar demasiadas esperanzas en el hecho de poder cambiar a ésta altura de su vida. Difícil, vaya que lo era. Más aún considerando que se encontraba cómodo con su forma de ser, y con la vida que llevaba no necesitaba para nada el ser amable o amistoso para con los demás. Todo lo contrario. Cuanto más frío y distante, mejor. Más allá de eso se permitía a sí mismo en éste caso hacer una excepción y dirigirse a Ginger de una manera más o menos amistosa, lo más amable que le fuese posible. No podía esperar milagros; después de ocho años comportándose de aquella manera, siguiendo siempre el mismo patrón de comportamiento, ahora era difícil cambiar así como así. A pesar de eso se obligó a sí mismo a sonreír, a tratar de mantener aquella sonrisa el mayor tiempo que le fuese posible en su rostro. -Me alegra que digas eso. No tengo intenciones de lidiar con otra yegua rebelde por el momento- se rió levemente, imaginaba que la terquedad también era uno de sus rasgos característicos, así que con menos razón tenía intenciones de lidiar con Ginger en esa postura. Era un comienzo, y que estuviese dispuesta a colaborar era algo que le agradaba bastante. Le dio otro vistazo rápido a las plantas con las que había llevado a cabo aquella clase, sonriendo satisfecho. -Y tú eres buena alumna- le respondió, dedicándole una sonrisa. Caminó un poco más, olisqueando unas hierbas que tenían buena pinta. Mordió algunas, comenzando a comer, llenando su estómago vacío. -Ven, aprovecha a comer algo ahora, que luego tendremos que recorrer un largo camino para seguir con las clases- comió un poco más y luego se apartó unos pocos pasos, dejándole el espacio libre a Ginger para que comiese. También tendrían que buscar agua y, si es que el tiempo les alcanzaba, debería enseñarle a cómo aprovechar el terreno en el que vivían, como esconderse y moverse con suavidad. Sí, sería prioridad por sobre buscar agua, algo que seguramente todos los demás sementales se encargasen de enseñar. Él por su parte no se iba a arriesgar a que un puma o animal similar los encontrase en medio del bosque, solos, por la inexperiencia de su acompañante respecto a cómo moverse. Y no la culpaba, pues recordaba los tiempos en los que había sido también un novato en ése tema. Observó todo el lugar, sumamente alerta, captando todos los sonidos de los alrededores.
Shawna:
Me carcajee al oír a Gale darme la razón así como así. Sí, solía ganarle a todos los que me rodeaban por cansancio, más allá de que en realidad tuviese razón o no, de tanto insistir en un mismo tema acababan dándome la razón. -Sí, bueno, suelo tenerla- bromee, riéndome nuevamente mientras clavaba mi mirada en el lugar por el que transitábamos actualmente. El bosque tenía aquél toque tan sombrío que estaba más que perfecto considerando la situación que habíamos vivido hacía escasos momentos. Y con la manada, ni siquiera había que decirlo. Ahora lograba entender porqué vivían ahí, ¿cómo no hacerlo? Si ese lugar era totalmente perfecto para esos salvajes. Bufé por lo bajo, disfrutando del corto momento de silencio que se produjo entre ambos, para nada incómodo. Suspiré, sacudiéndome un poco. No me sentía para nada cómoda con toda esa suciedad encima, realmente me había acabado acostumbrando a los cuidados diarios de los mozos de la hípica. Cepillado, limpiado de cascos, comida... Todo eso parecía realmente lejano, como un sueño difuso y poco claro. Me ahorré las miles de preguntas que existían en mi mente, como si nos pensaban liberar en algún momento, ya que sabía de sobra que Gale tenía poco que ver con las decisiones que tomasen en la manada. Y lo peor, era que sabía que en caso de que él pudiese tomar una decisión, nos dejaría libres. Él era diferente. En cuanto lo escuché hablar dirigí mi mirada hacia él, centrando toda mi atención en él en aquél momento. El saber que había vivido con humanos en un principio me había parecido algo increíble al principio, pero luego lo había logrado entender con facilidad. Sí, por eso no había reaccionado como todos los demás, que presos de la ignorancia tenían una mala imagen de los humanos. El ver como todo en la vida de Gale cambiaba de un momento a otro, desde el cariño y atención de un humano a luego la soledad, la misma desesperación de encontrarse solo y prácticamente perdido en el bosque. Suspiré. Aquella no era vida para nadie, ni siquiera para el ser más malvado que existiese. No era justo que él, siendo diferente a todos sus compañeros hubiese corrido con la misma suerte. -No te culpes por eso, Gale. No tenías idea de a qué te enfrentabas- susurré, dándole un toque muy leve con mi morro en su cuello, explicándole de aquella manera que lo entendía. Que injusta era la vida. Me costaba aceptar que el vivir de por vida en esa manada fuese el destino que le esperaba al semental que me acompañaba. No era para nada justo. Su pregunta me sacó de mis pensamientos, a lo que lo observé y negué suavemente con la cabeza. -No. Tenía, pero me vendieron. Y antes de que formes una mala idea sobre los humanos, sé que mi dueño me quería y mucho, y sé también cuanto le dolió desprenderse de mí. Pero era necesario- hice una mueca, dispuesta a dejar aquél tema tan doloroso atrás. El recordarlo era como revivir aquella herida que creía cerrada, el revivir aquél sentimiento de puro anhelo. Cuánto lo extrañaba... -Aunque me haya vendido, gracias a que lo conocí y muy bien, sé que los humanos son seres increíblemente buenos y bondadosos. Hay de todo, como también pasa en nuestro mundo. Pero si encuentras al compañero adecuado, nunca te arrepentirás de entregarte día a día a un compañero humano- sonreí luego de hablar, segura de mis palabras. Nos detuvimos en un sitio del bosque bastante despejado y el silencio volvió a reinar en el lugar. No, no era silencio. Agudicé el oído, moviendo mis orejas de un lado a otro y captando todos los sonidos que circulaban cerca de allí, tratando de reconocerlos. Agua. Solté un relincho y salí al galope inmediatamente, liberando toda la energía reprimida. -¡Vamos, Gale, apresúrate!- lo animé, riéndome, dirigiéndome hacia el sonido que hacía el agua al correr con mucho entusiasmo, esperando que no me hubiese equivocado.