Clup Hipico
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Para los amantes de los caballos o ponis, que pueden ser desde amazonas o ginetes hasta caballos y ponis


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De paso en el paseo -EVENTO : POST CERRADO-

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Marismeño

Marismeño

Supe instantáneamente que la respuesta iba a ser un sí. Sí. Siempre me quedaría con ellas, me aseguraría de protegerlas y estar a su lado siempre que me fuese posible. -Claro que me quedaré- aseguré, con toda la seguridad y firmeza que pude demostrar en mi tono de voz. Sonreí, mientras mis ojos volvían a brillar con la misma intensidad y vitalidad de antes, aquella felicidad que me brindaban Tormenta y Ginger no era comparable con nada más. Y me sentía enormemente afortunado por aquello. En cuanto ella se acercó, luego de hablar, ensanché más mi sonrisa. Rocé mi morro con el suyo, tan feliz como antes, reviviendo aquél día en la playa en el que pude decirle todo lo que sentía. Y agradecía haber tenido el valor suficiente para hacerlo, pues de no ser así, mi vida no tendría sentido alguno.

Montserrat

Montserrat

Al fin, cuando Bev habló, me relajé un poco. Su voz me calmó levemente, pero su preocupación era evidente, y no podía evitar estar inquieta. Asentí ante su primera afirmación. Las palabras que le siguieron hicieron rebrotar la preocupación dentro de mí. Miré al poni negro con ojos calmos, y le regalé una sonrisa, como queriendo tranquilizarlo.
- Lo prometo, Bev -afirmé con seguridad- me conoces bien, no tienes que preocuparte -le guiñé un ojo y me acerqué para darle un toquecito con mi hocico- te lo prometo... siempre y cuando tú también lo hagas -si su vieja manada estaba enfadada por el echo de que él los había dejado, no quería ni imaginar lo peligroso que podría ser para él, por lo que quería estar segura de que también se cuidara a sí mismo.

Tormenta

Tormenta

Era feliz. El simple hecho de que Maris estuviese allí, a mi lado, me hacía feliz. Sonreí. Al saber que se quedaría con nosotras me alegraba, mucho. No tenía palabras para decribir lo que sentía en aquelos instantes. -Gracias, gracias por todo. Por ser como eres. Por hacerme inmensamente feliz con sólo sentir tu respiración. Gracias por darme a esta hermosísima potrilla. Gracias.-dije, sin poder retener aquellas palabras en mi interior. Sonreí y le di un suave toque con mi morro, sintiéndome, de nuevo, completa. De nuevo, todas las sensaciones que sentía cuando estaba junto a Maris renacieron, parecían olvidadas tras haber pasado tanto tiempo sin verle pero no, allí estaban mis sentimientos, que acababan de volver a florecer en mi interior, provocándome, mínimamente, sonrisas estúpidas que no podía evitar reflejar en mi rostro.

Marismeño

Marismeño

-¿Gracias? ¡Gracias debería decirte yo! Gracias por permitirme acercarme a ti, por aceptarme tal cual soy, por darme las mayores alegrías que he llegado a tener. Por darme también a Ginger- dirigí una sonrisa cargada de nostalgia a la potra, que ya lentamente iba creciendo. No tenía idea de dónde había quedado aquella potrilla de patas largas y pasos torpes, ahora, había sido sustituida por una hermosa yegua. Porque a mí parecer, ya no era una potra. Por su comportamiento al menos, se notaba que había madurado muchísimo. Sonreí, para luego suspirar y observar a Tormenta. -No es justo que crezcan tan rápido- argumenté con aire quejoso, negando lentamente.

Tormenta

Tormenta

-No tienes nada que agradecer. Lo sabes. Todo lo que es mío es tuyo también, y eso jamás cambiará.-Miré también a Ginger con una dulce sonrisa. -No, no es justo. No quiero ni pensar que cuando volvamos al club me aparten de ella. No quiero.-dije con una voz llena de nostalgia. Se me hizo un nudo en la garganta. ¿De verdad había pasado ya un año desde su nacimiento? Me asombré de la velocidad con la que éste había pasado. Casi no había notado el crecimiento de Ginger, ya que había pasado la mayor parte de mi tiempo a su lado, pero Maris tenía razón, había crecido muchísimo, a una gran velocidad. Sonreí nuevamente, recordando el momento del nacimiento de Ginger en la acampada y los días posteriores en los que mi vida había cambiado por completo. Ahora Ginger era ya una yegua, había cambiado muchísimo, no sólo en el físico, también había madurado muchísimo interiormente.

Ginger

Ginger

Iba con mamá cuando otro semental se acercó a ella, pero no era un semental cualquiera, era papá. Hacía muchísimo lo tiempo que no lo veía. Sonreí al verle, estaba muy contenta, aunque no era la única. Mamá también lo estaba, claramente. No tardaron mucho en demostrar el amor que sentían el uno al otro, diciéndose cuánto se amaban. Reí por lo bajo sin poder evitarlo. Todos sabían cuánto se querían, incluido ellos mismos, pero aún así no dejaban de demostrárselo mutuamente, algo, en cierto modo, bonito. No les interrumpí, pero pronto comenzaron a hablar de mí, de cuánto había crecido. Era cierto que había ganado músculo, mis movimientos eran más hermosos y coordinados y mis crines y cola habían crecido, por no hablar de la altura que había ganado. -Dejen de lamentarse por mi crecimiento, alegrémonos de que de nuevo estamos juntos y dejemos a un lado las penas...-dije, optimista, restando importancia a las palabras que acababa de pronunciar mi mamá, a pesar de que hicieron un gran eco en mi mente. ¿Iban a separarme de ella? ¿Por qué? No lo entendía, aunque sabía que ya tendría tiempo para entenderlo y preguntárselo. Continué trotando, recogiendo mi cuello, elevando al máximo mis patas, retándome a mí misma para hacerlo cada vez mejor, consiguiéndolo poco a poco.

Wild

Wild

Entrecerré los ojos ¡Allí estaba la playa! Moví mi cola -¡Ya casi llegamos!- Grité emocionada con una sonrisa en mi rostro, allí se veia el agua casi congelada, totalmente fría y poca nieve, al parecer no era muy profunda, pasamos el lugar resvaladizo y la nieve fué desapareciendo poco a poco del piso, llegando a solo ser una capita miniatura, sacudí mi cabeza para quitarme los copos de nieve que aún caían, y , al parecer, caerían durante varias semanas más.
-¿Quieren galopar? No es peligroso- Pregunté en voz alta y pegé un empujón, salí a un suave galope incrustando las puntas de mis cascos en la pequeña capa de nieve, ahí todavía no había llegado a cubrirse de todo, agradecí eso ya que podríamos estirar nuestras patas con gusto, estiré aún más mis patas y luego miré hacia atrás -¡Vengan!-

Perseo

Perseo

Habían pasado unas horas desde que habíamos partido, me situé alado de Bucéfalo durante todo el paseo, también comí con el, moví mis patas con rapidez entre la nieve, cada tanto observando el cielo, intentando entender que hora era, pero se notaba que era la mañana, por ese vientito mañanero, fresquito, pero te deja disfrutarlo y respirarlo con ganas.
Miré el suelo derrepente, la nieve había casi desaparecido, moví mis patas aún más rapido, haciendo un trote elevado y haciendo unos pequeños saltitos cada tanto.

Marismeño

Marismeño

Me reí en cuanto escuché la voz melodiosa de Ginger interrumpir en nuestra conversación. Conversación que giraba en torno a ella. -Bien, tienes razón. Por ahora no nos lamentaremos más... Aunque no quiero imaginar cuando tengas sementales rondándote, ¡ahí sí que me escucharás lamentarme!- bromee, con ademán protector para con mi hija. Sabia que tarde o temprano ella también haría su vida, y aquello me alegraba, pero el simple hecho de pensar que de una u otra manera, lentamente alguien la robaría de mi lado me desquiciaba. -Pero bueno, todavía falta mucho para éso, ¿no es verdad?- un deje severo se dejó oír en mi voz, a lo que sonreí, bromista. Admitía que a veces me tornaba sobre-protector con ella, y Tormenta lo sabía de sobra, pero no llegaba a los límites. No por ahora.

Shawna

Shawna

Me distraje por unos momentos, separándome un poco del resto de los caballos. Al darme cuenta de que estaba varios metros por detrás apuré la marcha, situándome junto a Mishaal y Tornesch nuevamente. La playa ya se llegaba a divisar, por lo que sonreí de forma inevitable. La nieve se había derretido ya casi por completo y apenas quedaba un muy ligero rastro de que alguna vez, en aquellos lugares, había nevado. Pasé a un trote más ligero, adelantándome a mis compañeros de viaje, girando mi cuello para dirigirles una mirada pícara. -Venga, ¡apurad el paso!- los animé, pasando luego al galope de forma juguetona, esperando que alguien tuviese ganas de acompañarme en aquello. Ahora miré hacia delante, cerrando los ojos ante el contacto de la brisa fresca, inhalando profundamente.

Ginger

Ginger

Al oír las palabras que me dirigió mi padre, no pude evitar soltar una gran carcajada. No me imaginaba cómo sería el estar por un lado con algún que otro semental y por el otro lado estar escuchando a mi padre lamentarse por aquello. No me lo podía imaginar. Ni tampoco mi reacción ante aquel hecho. Al menos, podía confiar en que mi madre estuviese a mi lado para calmar a papá. Reí nuevamente, negando con la cabeza ante aquellos pensamientos. -No te preocupes, papá, de momento puedes estar tranquilo, no ocurrirá, al menos por ahora, y durante un buen tiempo. No tendrás que lamentarte por nada, no me iré de tu lado.-argumenté, mirándolo dulcemente a los ojos mientras pronunciaba las últimas palabras, con aquella dulce e irresistible mirada de potrilla que aún florecía en mi rostro. En el fondo, el hecho de que mi padre se preocupara por mí y me protegiese siempre, me gustaba, me aseguraba que él me apreciaba, que me quería, tanto como yo a él, y esperaba que aquello nunca cambiara y que si lo hacía, fuera para aumentar este cariño y no para disminuírlo.

Bucéfalo

Bucéfalo

Le mordí cariñosamente la cola a Perseo al ver que me tomaba, por poco, la delantera. -Hey!- me quejé, riendo. -Aún hay aguanieve. Si te caes, no será mi culpa- advertí en tono medianamente severo, pero siempre bromeando. Apreté el paso, impulsándome más con mis cuartos traseros y agilizando los delanteros para ponerme a la altura de mi hermano. -¿A que no me alcanzas?- le reté, soltando un alegre relincho de felicidad para después partir en un galope, uno de los más rápidos. Ciertamente no era tan rápido como mi madre Wild, ni siquiera como Sombra, la más rápida de los cuatro, pero por lo menos tenía algo de velocidad que me correspondía por herencia.

Bevanlee

Bevanlee

-Por mí no te preocupes. Los machos no les somos útiles- bufé, dando una importantísima pista del motivo de mi preocupación. Yeguas. El eterno ideal para alcanzar de ellos. -Sólo les interesan las hembras- murmuré en tono sombrío. Noté sus amables intentos por tranquilizarme, a lo que respondí con una media sonrisa, sin hacer esfuerzo por acallar la preocupación latente en mis ojos. Sí, quizás estuvieran enfadados conmigo, después de todo los había dejado bajo el pretexto de "ir a investigar quiénes eran los intrusos". Intrusos porque en esos momentos estábamos pastando por ése prado en específico, y para ellos todo el que pusiera pie en sus tierras era considerado intruso. Me imagino su sorpresa al verme tardar tanto, y aún más platicando tranquilamente con Montse. Conociéndolos, seguramente habrían comenzado a odiarme desde aquel mismo instante.

Mishaal

Mishaal

La playa estaba cerca. ¡Estaba cerca! Relinché de alegría e hice caso del aviso de Shaw, acelerando lo más que fui capaz entre el creciente tumulto de caballos que, al parecer, hacían lo mismo: correr hacia el frente. -¿Sabías que la playa es mi lugar favorito?- comenté, sonriendo, a Shawna. Ya iba a su altura, y no me era tan difícil mantener su velocidad gracias a la resistencia innata de los árabes. -Espero que falte poco- añadí, ansiosa. Añoraba ver aquel bello paisaje lleno de tranquilidad y libertad, con el sonido de las olas al chocar contra la arena retumbando con suavidad en mis oídos, el olor salino y la brisa marina agitando levemente mis crines...sacudí la cabeza, puesto que pensando en la playa había perdido la concentración en el momento y casi me estampaba contra la yegua alazana. Solté una risilla nerviosa con indulgencia, girando después la cabeza para ver por dónde iba Tornesch. ¿Qué no se suponía tendría que ir con Shaw? Bueno, tantas cosas eran las que se suponían y tan pocas las que se cumplían...

Shawna

Shawna

Escuché a Mishaal con atención, sin que me sorprendiese demasiado el hecho de que la playa fuese su lugar favorito. Allí se gozaba de un nivel de tranquilidad y libertad único. De la playa tenía muy buenos recuerdos; gracias a Tornesch. Habíamos dormido allí cuando él ejerció el trabajo de guía turístico y me enseñó toda la hípica; o al menos los lugares más bonitos. -El mío también- coincidí, pues a pesar de que tenía mejores recuerdos en otros lugares, la playa era, a mí parecer, el lugar más lindo de todo aquél territorio. -Yo también. Tengo muchas ganas de llegar ya- solté una risa nerviosa; ansiosa, mientras aceleraba un poco el ritmo del galope, alargando la zancada y tomando mayor impulso con mis posteriores. Mis cascos se clavaban en la fina capa de nieve con facilidad, haciendo que el riesgo de resbalarme disminuyera. -Cuéntame algo sobre ti- le pedí a la yegua árabe, dirigiendo mi mirada hacia ella y sonriéndole. No me extrañaba que Tornesch no se nos hubiese unido, pues no estaba segura de que tan cómodo se sentiría en una charla grupal.

Perseo

Perseo

Sonreí -¡Claro que te alcanzaré!- Le dije empezando a galopar, luego de dar unas zancadas lo alcancé, eramos casi igual de rápidos, pero yo era un poco más lento ciertamente, por eso daba zancadas bien grandes cada dos por tres.
-Miraa, ya lo he echo!- Dije riendo y le dí un pequeño y suave empujoncito -Estoy ancioso por llegar a la playa- Admití, mirándolo y luego observando el cielo.

Totilas

Totilas

Al ver a ese semental con tormenta decidí alejarme. Lo único que me apetecía eran problemas con otro caballo. Pero en fin, otra vez solo- Pensé triste.Pero derrepente un vuelco de alegría...¡La playa!

Montserrat

Montserrat

Me quedé un momento pensando, como procesando lo que Bev me decía. Poco a poco iba entendiendo lo grave de la situación y la preocupación de mi amigo, más al ver la cantidad de yeguas que nos acompañaban. Una sensación, como de desesperación recorrió mi cuerpo, y miré al poni sin saber que hacer o decir, aún peor al recordar y darme cuenta de lo peligroso que sería también para los machos, y él que había abandonado la manada... no quería ni imaginarme el riesgo de que lo vieran junto a nosotros, y las consecuencias que ello podría traer. Quería salir corriendo con él lejos de allí y asegurarme de que estuviese a salvo, simplemente no podía moverme, quedé tildada un buen rato buscando la solución más rápida.

Marismeño

Marismeño

-¡Más te vale!- exclamé, dándole un suave mordisco en las crines a Ginger, de manera juguetona, riéndome luego. Claro que sabía que tarde o temprano tendría que asumir que mi pequeña potrilla ya no era tan pequeña; sin embargo, prefería hacerlo más tarde que temprano. Y me alegraba que, en parte, ella pudiese formar su familia en un futuro. Lo único que realmente esperaba, que realmente quería, era que ella fuese feliz. Tan feliz como lo habíamos sido y éramos aún Tormenta y yo. Esperaba sinceramente que tuviese la oportunidad de conocer lo que era el amor, y no dudaba que así sería. En cuanto el otro semental, Totilas, se alejó, no pude reprimir un bufido. Si se iba así como así justamente cuando yo llegaba, podía adivinar sus intenciones para con Tormenta. Sino, podía haberse quedado charlando tranquilamente. Sacudí la cabeza, borrando aquellos pensamientos, conteniendo cierta molestia que amenazaba con salir a flote en cualquier momento. No me iba a permitir arruinarme el paseo por algo tan minúsculo como éso.

Ginger

Ginger

Reí y eché el cuello a un lado, dejando que mi padre mordiese un mechón de mis oscuras crines. Volví mi cuello hacia el otro lado, entre risas, mordiéndole ahora yo un mechón de sus largas crines. No me había fijado mucho pero mi padre poseía unas larguísimas crines, brillantes y sedosas. Volví mi mirada a Totilas, el cual se había quedado atrás nada más llegar mi padre. El grito de los demás caballos me hizo volverme hacia delante y escuchar con atención. Paseé mi mirada por todo el camino hasta el horizonte. La playa ya se veía. -¡La playa! ¡Ya casi hemos llegado a la playa!-anuncié, contenta, comenzando a galopar, un galope corto y regular, con mi cuello recogido, volviéndolo el doble de ancho que antes, el doble de como lo tenía normalmente. Miré a mi madre y a mi padre y les regalé una sonrisa a cada uno, acelerando un poco más mi galope.

Sombra

Sombra

Un paseo...bueno, tenía pinta de ser interesante, así que seguí el trote de los demás caballos, sin prisa pero sin pausa. Al poco tiempo me detuve cuando los demás lo hicieron, para después reemprender la marcha junto con ellos. Andaba sola, pensando y reflexionando en los momentos vividos en el prado norte. Había entrenado, galopado y correteado por ahí, por lo que mis patas ya no eran tan resistentes como lo eran ésta mañana, pero seguían siendo fuertes y capaces aún de soportar la larga caminata que nos esperaba hasta la playa. Cuando me enfadé un poco de ir sola, me acerqué al trote a una yegua negra andaluza que no iba sola sino en compañía de un semental y una preciosa potrilla que hablaba con total naturalidad con ellos. Su hija, pensé. Era una potranca realmente encantadora, lo que me hizo sonreír como cuando me acercaba a cualquier pequeña criaturita. Pero en vez de dirigirme a ella, al ver que hablaba con su padre, le dirigí la palabra a su madre, quien iba atenta a la conversación. Troté a su lado sin verme como una entrometida, sino más bien como quien hace una pregunta casual. -Bonita potra- comenté una vez que ésta se alejó lo suficiente como para hablar de ella sin que se enterara del todo. No hacía falta preguntar si era suya o no: era bien claro, y preguntando quedaría como una completa idiota.

Tormenta

Tormenta

Iba escuchando la conversación que mantenían padre e hija, riendo por lo bajo y negando con la cabeza ante algunas preguntas y respuestas. Aceleré el paso un poco al ver que la playa cada vez estaba más cerca. Me pareció oír que otro caballo se acercaba a mí pero antes de que pudiese volver la mirada hacia atrás, escuché la dulce voz de una yegua. Al volver mi mirada la miré a los ojos. Era una yegua negra. No era de mi raza. Sonreí ante sus palabras y volví a mirar a Ginger dulcemente. -Realmente, sí, lo es, al igual que muchos otros caballos de aquí, casi ninguno se queda atrás.-dije, esbozando una sonrisa. -Por cierto, soy Tormenta, encantada.-añadí, presentándome a aquella yegua de mi misma capa.

Sombra

Sombra

-Tomaré éso como un halago- afirmé, riéndome levemente con un alegre relincho. -Ah, sí. Yo soy Sombra. Un gusto- añadí, sonriendo amablemente. Sombra, un nombre que le hacía definitivamente honor a mi capa, tan negra como la noche. De hecho, tan negra como mi padre; pues a decir verdad había salido más a él que a mi madre en aspecto físico y en resistencia. Quizá había heredado la rebeldía innata de mi madre con la terquedad de mi padre, o alguna combinación estrafalaria entre la bipolaridad de los dos juntos y la renuencia de mis abuelos. Quizás, pues a decir verdad no estaba del todo segura de dónde habría sacado yo mi carácter; pero, ¿ya qué mas daba? Bufé para mis adentros ante aquellos pensamientos tan fuera de cuento e intenté centrarme un poco más. -Menudo paseíllo con el que hemos venido a dar- me burlé, bromeando. -Tantos caballos...- dejé que mis palabras se perdieran en el aire, limitando mis palabras a simples y sencillos comentarios sobre el paseo.

Tormenta

Tormenta

-Sí, debes tomártelo.-aclaré, entre leves risitas. Ya conocía a alguien más. De primeras, ya no recordaba el número de caballos que había conocido durante el trayecto del paseo. Aquello me alegraba muchísimo. Sonreí y escuché las palabras de Sombra, que así se llamaba la yegua negra con la que acababa de comenzar a conversar. Sombra. El nombre perfecto para describir el color de su capa, negra azabache. Pensé en mi nombre. Realmente, mi nombre describía muy bien mi personalidad y a la vez, tenía cierta relación con mi capa, pues cuando había tormenta, todo se tornaba oscuro. No le di mucha importancia a aquello y negué levemente con la cabeza, riendo por lo bajo. -Sí, es un paseo bastante largo, para los caballos que hace tiempo que no estiran sus patas será estupendo. Somos muchos, la mayoría yeguas.-expuse, asombrándome de la gran cantidad de caballos que nos habíamos unido al paseo.

Sombra

Sombra

-Sí, ahora veo- admití. Eran muy pocos los machos que nos acompañaban; y el pensar en compañía remitía mi mente directa hacia los recuerdos que tenía con Taloubet. Como acto reflejo incliné la cabeza ligeramente, con timidez, reacción que nunca había tenido al pensar en alguien. Y aunque no lograba hacerme del todo la idea, podía sospechar levemente el por qué, pero no. Lo ignoré por completo, enderezando de nuevo mi cuello y sonriendo, nerviosa. -Espero que todo vaya bien- suspiré. Las posibilidades de una tragedia eran infinitas, pero tanto eran los lados buenos como los malos así que intenté enfocarme solamente en el segundo, viendo el lado positivo de las cosas.

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